UN ACONTECIMIENTO SOCIAL EN EL SÉPTIMO ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO
El próximo día 28 de Septiembre se cumple el séptimo aniversario del fallecimiento de Antonio César Jiménez Segura, el actor melillense que a lo largo de treinta y cinco años llenó los escenarios posibles e imposibles de nuestra Ciudad con todo tipo de obras teatrales.
Me pide Juan Carlos Heredia que hable de mi hermano para recordarlo en la fecha que se avecina. Juan Carlos quería a César y César quería a Juan Carlos, a quien conocía desde que éste era un niño y debutó como “maldito” en la Tallaví, en la obra de Muñoz Seca “EL ROBLE DE LA JAROSA”
Una de las cosas buenas que tenía César es que casi todos los melillenses lo conocían y muchos, muchísimos lo querían; no es fácil encontrar personas en quien coincidan tantos sentimientos positivos que lo hagan merecedor de un cariño generalizado.
El pasado 28 de Marzo, la Ciudad Autónoma dedicó una preciosa escultura a la memoria de César. Una obra afortunada, salida de las manos de Mustafa Arruf. melillense también. gracias a Dios. amigo que fue de César y que hasta el momento tiene en la escultura citada su mejor obra.
En ella no sólo hay arte y capacidad ejecutiva, sino cariño.
Con certeza absoluta no lo puedo decir, pues la obra es el resultado de muchas voluntades políticas, pero la iniciativa, por lo que yo sé, partió del Consejero Rafael Marín.
Con frecuencia Marín me comentaba cuando, siendo un niño, subía a los escenarios en los que César, trasformado en Mago Lupán, encandilaba a los chavales con sus dotes de ilusionista y ese recuerdo, cuarenta años después pervivía en su mente y fue quizás el impulso que culminó la iniciativa del Consejero.
A este suma y sigue de cariños se unieron los de muchos, muchos políticos de nuestra Ciudad, unos en activo y otros retirados ya de la política, desde el Presidente Imbroda y su Gobierno hasta hombres como Alberto Paz y Joaquín González, que fueron consejeros en etapas pasadas y también demostraron sentirse unidos a César.
Ellos compartieron discreta pero muy emocionadamente el acto de la inauguración de la escultura.
También estaban allí otros muchos melillenses amigos de César (no hablemos de la familia, cuya asistencia se esperaba) que lo quisieron en vida y lo siguen queriendo ahora.
No hablé de estas cosas en los días inmediatos a la inauguración. César era un hombre muy humilde y en ocasiones hasta tímido. Parece mentira en un actor, pero suele ocurrir que, fuera de los escenarios, los actores son gentes recatadas y sencillas; los buenos actores, claro, porque los malos se dedican a prostituírse en salsas de todos los colores con tal de conseguir un rato de popularidad.
Decía que no hablé de estas cosas en su momento porque yo entonces me sentía tan unido a mi hermano que era con él como una santa dualidad y estaba tan agradecido que la gratitud me abrumaba.
Después de algún gran éxito tras el estreno de una obra, al día siguiente le decía a César “.-anda, vete a la calle a que te aplaudan.”. César volvía orgulloso y henchido de gozo, como Don Quijote cuando salió de la venta tras ser armado caballero.
.- ¿Te han aplaudido mucho? –le preguntaba yo. Y él me contaba todas las felicitaciones que había ido recogiendo de amigos y conocidos.
Ese era su premio, no quería otro. Su impulso vital era hacer Teatro de la mejor manera posible y esto el ciudadano lo valoraba.
César era un gran director de actores y un gran director de escena; posiblemente uno de los mejores directores que ha tenido España, aunque su obra quedó limitada a Melilla, por fortuna para nosotros.
Tuvo que morir para recoger honores. El nunca pensó que su memoria iba a perpetuarse de esta forma.
Dicen que verdaderamente morimos cuando ya nadie nos recuerda y creo que César vivirá muchísimos años entre nuestro recuerdo y el de los futuros melillenses.
La Ciudad, a través de sus gobernantes, le ha dedicado una calle, que está junto a la Comisaría de Policía; también se celebran actividades teatrales que llevan su nombre. Pero la escultura que lo representa es otra cosa: la escultura de César es casi un altar al que se acercan niños y mayores para hacerse una foto en el hueco generoso de su brazo reposando sobre el respaldo del banco, respaldo lleno de caras, como el público al que tanto se entregó.
El bronce fundido que hoy es César recibe saludos, caricias, besos, lágrimas y muchas miradas de sorpresa de personas que lo ven por vez primera y lo reconocen de inmediato.
César ya es conocido en casi toda España y seguirá siendo conocido con el paso del tiempo. Viaja con cada melillense o cada visitante que sale de nuestra ciudad.
Es un orgullo para todos y, sobre todo, para él, porque el Actor César Jiménez está representando ahora su última comedia: la comedia de la eternidad, la que todos conocen y la que a todos gusta.
El aplauso que tanto deseó, lo que era su único y anhelado premio, ya lo tiempo para siempre porque él sigue entre nosotros.
Artículo de Amalio Jiménez publicado en 2007 y dedicado a su hermano, el célebre actor César Jiménez.
El próximo día 28 de Septiembre se cumple el séptimo aniversario del fallecimiento de Antonio César Jiménez Segura, el actor melillense que a lo largo de treinta y cinco años llenó los escenarios posibles e imposibles de nuestra Ciudad con todo tipo de obras teatrales.
Me pide Juan Carlos Heredia que hable de mi hermano para recordarlo en la fecha que se avecina. Juan Carlos quería a César y César quería a Juan Carlos, a quien conocía desde que éste era un niño y debutó como “maldito” en la Tallaví, en la obra de Muñoz Seca “EL ROBLE DE LA JAROSA”
Una de las cosas buenas que tenía César es que casi todos los melillenses lo conocían y muchos, muchísimos lo querían; no es fácil encontrar personas en quien coincidan tantos sentimientos positivos que lo hagan merecedor de un cariño generalizado.
El pasado 28 de Marzo, la Ciudad Autónoma dedicó una preciosa escultura a la memoria de César. Una obra afortunada, salida de las manos de Mustafa Arruf. melillense también. gracias a Dios. amigo que fue de César y que hasta el momento tiene en la escultura citada su mejor obra.
En ella no sólo hay arte y capacidad ejecutiva, sino cariño.
Con certeza absoluta no lo puedo decir, pues la obra es el resultado de muchas voluntades políticas, pero la iniciativa, por lo que yo sé, partió del Consejero Rafael Marín.
Con frecuencia Marín me comentaba cuando, siendo un niño, subía a los escenarios en los que César, trasformado en Mago Lupán, encandilaba a los chavales con sus dotes de ilusionista y ese recuerdo, cuarenta años después pervivía en su mente y fue quizás el impulso que culminó la iniciativa del Consejero.
A este suma y sigue de cariños se unieron los de muchos, muchos políticos de nuestra Ciudad, unos en activo y otros retirados ya de la política, desde el Presidente Imbroda y su Gobierno hasta hombres como Alberto Paz y Joaquín González, que fueron consejeros en etapas pasadas y también demostraron sentirse unidos a César.
Ellos compartieron discreta pero muy emocionadamente el acto de la inauguración de la escultura.
También estaban allí otros muchos melillenses amigos de César (no hablemos de la familia, cuya asistencia se esperaba) que lo quisieron en vida y lo siguen queriendo ahora.
No hablé de estas cosas en los días inmediatos a la inauguración. César era un hombre muy humilde y en ocasiones hasta tímido. Parece mentira en un actor, pero suele ocurrir que, fuera de los escenarios, los actores son gentes recatadas y sencillas; los buenos actores, claro, porque los malos se dedican a prostituírse en salsas de todos los colores con tal de conseguir un rato de popularidad.
Decía que no hablé de estas cosas en su momento porque yo entonces me sentía tan unido a mi hermano que era con él como una santa dualidad y estaba tan agradecido que la gratitud me abrumaba.
Después de algún gran éxito tras el estreno de una obra, al día siguiente le decía a César “.-anda, vete a la calle a que te aplaudan.”. César volvía orgulloso y henchido de gozo, como Don Quijote cuando salió de la venta tras ser armado caballero.
.- ¿Te han aplaudido mucho? –le preguntaba yo. Y él me contaba todas las felicitaciones que había ido recogiendo de amigos y conocidos.
Ese era su premio, no quería otro. Su impulso vital era hacer Teatro de la mejor manera posible y esto el ciudadano lo valoraba.
César era un gran director de actores y un gran director de escena; posiblemente uno de los mejores directores que ha tenido España, aunque su obra quedó limitada a Melilla, por fortuna para nosotros.
Tuvo que morir para recoger honores. El nunca pensó que su memoria iba a perpetuarse de esta forma.
Dicen que verdaderamente morimos cuando ya nadie nos recuerda y creo que César vivirá muchísimos años entre nuestro recuerdo y el de los futuros melillenses.
La Ciudad, a través de sus gobernantes, le ha dedicado una calle, que está junto a la Comisaría de Policía; también se celebran actividades teatrales que llevan su nombre. Pero la escultura que lo representa es otra cosa: la escultura de César es casi un altar al que se acercan niños y mayores para hacerse una foto en el hueco generoso de su brazo reposando sobre el respaldo del banco, respaldo lleno de caras, como el público al que tanto se entregó.
El bronce fundido que hoy es César recibe saludos, caricias, besos, lágrimas y muchas miradas de sorpresa de personas que lo ven por vez primera y lo reconocen de inmediato.
César ya es conocido en casi toda España y seguirá siendo conocido con el paso del tiempo. Viaja con cada melillense o cada visitante que sale de nuestra ciudad.
Es un orgullo para todos y, sobre todo, para él, porque el Actor César Jiménez está representando ahora su última comedia: la comedia de la eternidad, la que todos conocen y la que a todos gusta.
El aplauso que tanto deseó, lo que era su único y anhelado premio, ya lo tiempo para siempre porque él sigue entre nosotros.
Artículo de Amalio Jiménez publicado en 2007 y dedicado a su hermano, el célebre actor César Jiménez.