MAREA
Bajo la trémula mirada de un olivo,
la tarde, ya rendida y sosegada;
sentado de inquietud en aquel banco
que era el borde de un abismo,
me encontró la mirada de Dios.
Así me hallaba yo, con mis pesares
a cuestas y en brazos de mi soledad;
el escenario idóneo, mi vida expuesta
en lírica poesía, cual obra de teatro.
Atona música es acompañamiento:
ondas suaves, vaivenes mecedores
y murmurar del mar en dulce musitar
que a confesarme a ti, musa del silencio,
Entre breves soplidos la brisa me incita.
veladamente cayó sobre mis espaldas
La sombra amarga de la tarde que se iba,
morfología de una pesada cruz,
dos brazos de la oscura noche aparecían
zahiriendo mi alma de reproches,
prolongación de la noche que asomaba
u oscura plegaria que abrazarme quería;
pesada sombra al abismo abocada.
A mí, ya no me pasaba nada más,
¡que ya es bastante!...
La mirada de Dios me protegía
Y a la vez, me reñía musitando el mar,
Que a brava tempestad ascendía,
Mientras la sombra oscura, cruz colosal,
Se sumergía en el profundo abismo
Enrique Sánchez Campos