Poema de Fortu Bitán











Y el dolor se hizo carne


En lo más lejos del tiempo,

en el más remoto espacio

un primigenio suspiro

hace temblar a los astros,

suspiro de vida y muerte,

de amor, de grandeza y llanto.


Un ramillete de estrellas,

celeste flores brotaron

en los jardines celestes

de los celestiales campos,

celeste color, celeste,

suspiro, grandeza y llanto.


Cuanta creación resumida

a un gran misterio encerrado

en el secreto de un Dios

que permanece callado,

silencio, enigma y dolor,

suspiro, grandeza y llanto.


Por los senderos del Cosmos

un ángel va cabalgando

sobre un cometa fugaz

que le sirve de caballo,

en su diestra, levantada,

brilla esplendoroso un rayo.

Tiene un estigma en su frente,

un signo que lo señala,

y en su corazón de luz

una rebelión guardada,

luz que se opone a la luz

brillo que todo lo apaga.


Pregonando su doctrina

por las estrellas lejanas

se oye el eco de su voz

que sobre el Todo se alza,

tiembla Dios allá en su trono

y oculta su miedo y calla.


Cielo contrario a otro cielo,

premonición de batallas,

arcángeles que se enfrentan,

negros rumores de alas,

el Todo está dividido

y divididas las almas.


Entre lo bueno y lo malo

una lucha encarnizada,

un miedo resuelto en carne,

ceguera, tiniebla y nada,

entre lo bueno y lo malo

el estupor de una raza.


Verbo que viene a la carne

sumergido en las entrañas

de un vientre color de sangre,

de una carne ensangrentada,

verbo que viene a la carne,

ceguera, tiniebla y nada.


Metamorfosis del ángel

que enardece a sus miríadas,

ángel de vuelo invertido,

ángel, verbo, carne, raza,

metamorfosis del ángel,

ceguera, tiniebla y nada.


En las orillas del cielo

Olas que nunca se acaban,

Espuma de otros confines

Rompen la divina calma,

Olas de alas rebeldes,

Rebeldes olas de alas.


Serafín de vuelo eterno

por la eternidad del alma,

arcángel de plata y fuego

estridentemente clama

tanta injusticia divina

encarnada en una raza,

verbo que viene a la carne,

ceguera, tiniebla y nada.


Noche que encierra otras noches,

alba que envuelve otras albas,

placenta, misterio y vida

de esta estirpe planetaria,

se va engendrando en un vientre

el estupor de una raza.


Hembra que vence al dolor,

grito que todo lo abarca,

órganos que se estremecen,

garganta que se desgarra,

la herida fértil del mundo

grandemente se dilata.


Parto de mil nacimientos,

alumbramiento de escarchas,

frío que llama a otro frío,

¡verbo, carne, sangre, nada!,

metamorfosis del ángel,

adulteración del alma,

y entre lo bueno y lo malo

el dolor de nuestra raza.


Fortu Bitán