EL SILENCIO
Oh tú, silencio,
verdad suprema y callada del hombre,
afirmación íntima y rotunda
de un Dios que descansa su sabático
reposo en la paz de cada conciencia.
Duerme el silencio sueños de amor
y de ternura por los serenos párpados
del alma, y esparce calmas de divinos
dogmas, y aun para el agnóstico del credo,
templanza de cálido lecho
son sus brazos.
Calla silencio, calla para ser tu
mismo, no te adulteres por mencionar
tu nombre sacro y pierdas la gracia
de tu seno maternal, ese que
envuelve los astros y las noches,
el que supiera de proyectos primigenios cuando
el principio aún era un boceto de
futuro, de vida y de tumultos,
vorágine de rezos y plegarias voceando
sus ecos al vacío, de huecas y repetidas
oraciones de espirales infinitas rompiendo
la paz de los espacios, de los misterios
siderales, que solo se dejan comprender
desde la contemplación de tus sellados
labios invisibles, Nirvana, boca silente de la
inmensa nada.
Oh silencio redentor, tu que alas
con plumas de esperanzas las
esperanzas caídas del hombre,
tu que ocultas en tu mutismo los ingrávidos
versos del poeta,
y los haces volar por el mágico cielo de la
prosa que vive latente en nosotros,
pues poemas vivos de la vida somos.
Oh silencio, acuna y mece mi alma
en tu regazo,
cántame tu nana muda y duerma yo,
entre tus brazos, mi sueño placentero y silencioso,
como el niño, silencio, como el niño.
Fortu Bitán