EL ÁRBOL TALADO
Oh árbol, tú, que fuiste un día
silvestre vertical de verdes y
de frutos,
de aromas y resina,
hoy te ves reducido a doméstica
madera.
Llegó a ti el hombre
con manos de metal y dientes puntiagudos,
serró tu cuerpo y mutiló
tus brazos de verdes primaveras,
se estremeció tu cabellera,
y tu carne lloró su savia espesa
y viva,
su sangre ambarina y
pegajosa,
se derramó tu alma empapando
la raíz oculta donde
apoyabas tus largos pies de
serpiente subterránea.
Luego te secuestraron del bosque
aquél donde habitabas
rodeado de fragancias y murmullos
de arroyos cristalinos,
y tu carne abierta dejaba un reguero
de aromas que perfumaban senderos y caminos,
y en tu agonía de árbol malherido,
seguías llorando sangre.
Oh árbol,
órgano campestre dándole vida a la vida
con tu vida, oxigenando el aire,
cobijando aves,
protegiendo alas,
regalando sombra,
aliviando soles,
contemplando amaneceres
desde el primer alba del mundo,
te baño la escarcha primigenia
y el sol primero curtió tu piel
de sempiterno campesino.
Protagonista legendario de un
incierto paraíso, cuando allá lo
del pecado.
Ahora calientas un hogar,
cuando hecho leña,
ardes como el mismo fuego
que te abrasa y te consume.
Testigo mudo de íntimos secretos,
silla, mesa, percha o puerta,
eres ya materia inerte,
una presencia muda
de primavera asesinada.
Fortu Bitan