EL NIÑO DE PIEL MORENA
Un niño de piel morena,
en un remoto poblado,
andaba de lado a lado
paseando por la arena,
con una sombra de pena
y un aire de estar cansado.
Causaba desolación
el niño y su circunstancia,
pues todo daba constancia
que un endeble corazón
haría muy corta su infancia.
Que un arrítmico latido
era el tambor de su pecho,
y el pequeño a cada trecho,
jadeante y dolorido,
por dar descanso a su pecho,
tomaba aliento y olvido.
Un día de gris invierno,
todo nublado y lluvioso,
mas que cielo era un infierno
el cielo, por tenebroso.
El viento, fauce rugiente,
aumentaba el temporal,
y arreciaba el vendaval
sembrando sobre la gente
un espanto irracional.
Era la aldea un barrizal
inundada por el lodo,
cosechas, enseres, todo,
se lo llevó el temporal.
-Que toda desgracia es poca
para los más afligidos,
que el hambre se torna boca
y más hambruna provoca
en los pobres desvalidos.
Desolación, desventura,
la vida es una conjura
contra el débil indefenso,
hagamos, si no, un buen censo,
de los que sufren temores,
los que padecen dolores
y dejados de la mano
del bien divino y humano
son siempre los perdedores-
mas retomo mi poema,
que es el trascendente tema
de aquél remoto poblado,
del niño de piel morena
que andaba de lado a lado,
paseando por la arena
con una sombra de pena
y un aire de estar cansado.
Y tal como les decía,
quedó la aldea aquél día
terriblemente desierta,
tan solo un niño despierta
del lecho donde dormía,
con la mirada vacía
y la presunción incierta
de encontrarse tras la puerta
el horror que presentía.
Y asomando la cabeza,
con el rostro demudado,
mira y calla, llora y reza,
con los ojos anegados
y una infinita tristeza,
que una horrible desazón
a su alma de niño espanta,
y le anuda la garganta,
y le oprime el corazón.
Y en su infantil reflexión,
exclama desesperado:
“La vida es una tragedia,
una absurda sin razón
un mal viento desbocado
que ni el mismo Dios remedia”
Se vio tan desamparado
y se encontró tan perdido,
que al ver desierto el poblado
y al sentirse abandonado,
iba, latido a latido,
con el gesto resignado
tomando aliento y olvido.
El niño de piel morena
ya no siente de la arena
el roce blando y caliente,
ni jadea ni se resiente,
que ya se paró el tambor
de su pecho dolorido,
y fue su postrer latido
un latido de dolor.
¿Qué cielo por desatento
pudo consentir tal cosa,
el marchitar de una rosa
que necesitando amor
sufrió olvido y desaliento?.
El niño de piel morena,
el del pecho dolorido,
el que andaba por la arena
con una sombra de pena,
dejó su aliento y su olvido.
Fortu Bitan