A JUAN SANTIAGO
…Si yo andaba en tus pasos,
si de tu mano comía,
¿por qué fue tu mano el ocaso
que acabó con mi vida?
Cuánta maldad o vicio encubre al alma,
incitando a cien monstruos imaginados;
amigo infiel que se acercó compenetrado
como la ciénaga en la tentación del agua.
Hoy escribo como se pintan las olas
despeñadas al empuje violento,
como en la laguna hace escarcha el frío viento,
y como la neblina, al sol, se hace drama.
Advierto cómo rompen sus brillantes espejos
que convierten en mártir al inocente
y en página amarga de un desenlace adyacente
va dejando en su huella tu reflejo.
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Escucho el desgarrador griterío carnicero
que, al germen de los goces vuelve hielo
y atrae bajo aljófar de fuego, un frío velo
entre pesares, que una sombra enmudece.
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Escribo como escriben las olas, a bocanadas;
hoy el viento ruge y se arrastra destemplado,
porque hoy, registro un mísero dolor encriptado
que arremete como un alud de desgracias.
¡Y sí, ya pasó: Ya seguro escucharas la lira,
andarás con tu riñonera, cándido,
y en nuevo resplandor te levantaras recogido
en ese sueño de amor que conoce bien un niño!
Ya se durmió la duda de tu futuro incierto.
Ya se calló tu voz, tu melodía resumida.
Hoy solo queda el llanto de tu madre herida,
quimeras de un amor y voces de agonía.
Ya se marchó el ayer y se acabó tu vida
La mano del traidor que se inventó amiga
apuñaló tu piel, sin un porqué que diga
cual fue la sinrazón de aquella felonía.
Grabado se ha en mí, como atributo humano,
la imagen cruel de esa brutal perfidia;
y en nuevo resplandor que, volverá un día,
prometo no olvidarte, Juan Santiago.
Carpino, Enero 2011