llevando a cuestas tú nuestros pecados
apenas ves los rostros que, parados,
te ven horrorizados o ladinos.
También en nuestros días te contemplo
en víctimas de crueles genocidios,
en falsos fieles que te dan fastidio
poco después de abandonar el templo.
En manos que molestan a los niños,
en ojos que, mirando con desprecio,
no saben de ternura ni cariño.
¡Cómo deseo luchar con tanto necio
que disfruta haciendo mal y no percibe
que el amor a los demás no tiene precio!
Laura Aguirre