en la tierra de
la inspiración
con plenitud de
propósitos, para que
surja y crezca lo
inesperado pero,
con esencias de
vida.
Que lo haga con
la furia y la fuerza
de una tempestad,
sin descanso de pausas
caprichosas y
desatando con tenacidad
todo su ímpetu.
Que sea capaz de
iluminar de alegría
los rostros
tristes, moviendo los músculos
risorios para que
haya risas y sonrisas
que acompañen la
convivencia y que nunca
desaparezca el
grato aroma de las flores.
Que brille en
cada amanecer la luz, donde
siempre exista un
mañana y las estrellas
reflejen caminos
de esperanza, por tierras
y mares.
Donde nunca muera
la concordia y el respeto
de los derechos
ajenos y que nunca dejen
de existir, la
reflexión, el arrepentimiento
y el perdón, y
que el amor en todas sus
expresiones
siempre nos abarque,
haciéndonos
mejores.
Todo matizado del
aroma de conciencia y fe,
con una luz de
humanidad que no se apague nunca,
repleta de
sencillez y humildad.
Que dure y
perdure en nosotros como una
maravillosa
esencia vital.
Marcelino Menéndez González