Laura Aguirre |
Quiero deshacer, de una vez por todas, la confusión
que se ha formado con esta frase tan polémica. Porque si se analizara tan sólo
con un poquito de esfuerzo, no tendría absolutamente nada de polémica. Dicha
frase es una verdad universal y que además, ríanse ustedes de esta polémica, ¡Todo
el mundo estará de acuerdo!
Vamos a ver.
Cuando los sicólogos nos aconsejan que los padres
debemos ser también amigos, creo que no han tenido en cuenta que tal vez no
todos los hispanohablantes tenemos un consenso sobre el significado de la
palabra “amistad”. De ahí nos viene toda la confusión.
Cuando algunos pedagogos y educadores sostienen que
el padre no es un amigo, es porque han entendido que ser “amigo” es ser “colegui”
y, claro, en eso también yo les daría la razón: "yo soy tu madre, hija
mía, no tu colegui".
Pero eso no es lo que los sicólogos dicen, no dicen
que los padres seamos los coleguis de nuestros hijos sino también amigos suyos.
Ahora bien. Si tu padre no es tu amigo, una de dos:
o es tu enemigo, lo que es descabellado; o es una persona que te es indiferente
y a su vez tú le importas un bledo, lo que es totalmente falso. Un amigo es
alguien a quien le importas, te escucha y te quiere. ¡Así de sencillo!
Tu padre es tu educador, le debes respeto y
obediencia y es el que te guía y te pone una disciplina porque necesitas que se
te marquen unos límites, pero todo eso no sirve de nada si no hay amor y
comunicación. Y eso es lo que es la amistad: amor y comunicación.
Eso es lo que han querido decir con esa frase tan
famosa. Disciplina y comprensión, verdadero interés por entender cómo se
sienten nuestros hijos, que nos harán más caso si creamos unos vínculos
afectivos ¿Cómo? Pues obviamente no se crean sólo con regañar y dar órdenes,
sino también con muestras de afecto, (propias de la amistad), y de aprobación
(propio de la amistad), compartiendo intereses y ratos de ocio con ellos
(propio de la amistad), siendo alguien en quien tus hijos puedan confiar
(propio de la amistad) sabiendo perdonar y pedir perdón (propio también de la
amistad).
En definitiva, para ser un padre no hay que dejar
de ser amigo porque no hay que dejar de tener amor ni descartar el jugar con
ellos ni el charlar y compartir alegrías y penas. Todo esto no está reñido con
ser padre.
Lo que sí está reñido es dejarse avasallar por los
hijos concediéndoles toda clase de caprichos y actuando como si uno fuera su
criado o esclavo, y algunas madres, por cierto, tienden a hacer eso. También
por otra parte hay padres que se limitan a dar órdenes y no crean buenos
vínculos afectivos por ese desapego, frialdad y falta de comunicación que no
son nada bueno.
Espero, a partir de ahora, no volver a oír a ningún
padre negar que es amigo de sus hijos. ¿Que ser padre es ser más que un amigo?
Cierto, ¡pero no menos!
Laura
Aguirre Jiménez