Homenaje de la AEM en 2004 |
María
Orlinda Montiel, Presidenta y fundadora de la Sociedad Protectora de Animales y
Plantas. Mujer de gran cultura y sensibilidad, políglota, lectora empedernida,
amante de la música, trabajadora incansable y valiente y extraordinaria
articulista, siempre en defensa de los Animales y la Naturaleza.
Fundó
la Sociedad en el año 1969, recién llegada de La Coruña, su ciudad natal,
cuando vio el estado lamentable de abandono en que se encontraban los Animales.
Contaba con pocos recursos, sesenta mil pesetas de entonces, pero su amor hacia
ellos y su fuerza de voluntad hizo que venciera todos los obstáculos y siguiera
adelante con su obra. Reunió un grupo de socios y poco a poco y a fuerza de
tesón y lucha consiguió ver su obra culminada. Y su Albergue, modélico, se fue
llenando de huéspedes, afortunados seres que dejaron de estar abandonados en
las calles, maltratados, hambrientos y condenados a una muerte segura. Habían
encontrado a su benefactora: Orlinda, la meiga que vino del Norte.
Y
desde entonces dedicó toda su vida, como ella decía, a quienes no tienen voz
luchando por sus derechos:
“Lo único que digo a todos los que de
verdad aman la grandiosa obra de Dios, es que no vean en los Animales cosas,
objetos, porque no lo son. Son criaturas
que sienten hambre, sed, tristeza, amor por sus hijos, igual,
enteramente igual, que nosotros. Y jamás hay que menospreciarlos y, mucho
menos, abandonarlos. Respeta a las criaturas como ellas te respetan a ti.”
Hermosas
palabras y sentimientos de María Orlinda Montiel.
La
Sociedad Protectora de Animales y Plantas ya llevaba funcionando más de
cuarenta años, superando a veces
momentos de crisis económica en los que
María Orlinda hubo de echar mano a toda clase de recursos para poder
salir adelante, incluida la subasta de sus propias joyas, para así pagar
albaranes, “ya que el maná no cae del cielo y son casi seiscientos Animales
a quienes hay que mantener, vacunar, llevar al veterinario, etc...” Tan
sólo contaba con la ayuda de los socios, pocos, ya que la gente no acaba de
concienciarse con la causa de los Animales. Hasta hace poco no había recibido
ninguna subvención, ni del Estado ni,
incomprensiblemente, de la Ciudad Autónoma a pesar de haberla solicitado en
numerosas ocasiones. Afortunadamente, los últimos tiempos mejoraron las cosas y
esa ayuda llegó al fin.
Como
personal al cuidado del Albergue sólo contaba con un encargado y dos chicas
voluntarias, Silvia y Luisa, sensibles al máximo, que dedican sus ratos de ocio
a dar cariño y atención a los Animales. No es mucho ¿verdad? Pero todo lo suplía su
voluntad en seguir adelante con esta su gran obra y la satisfacción que sentía
cuando a diario visitaba a “sus niños”, como ella los llamaba, y la rodeaban
alborozados demostrándole su cariño.
Había
recibido numerosas muestras de reconocimiento y gratitud de todas aquellas
entidades que se dedican a la protección de los Animales, saliendo frecuentemente
en revistas y periódicos e, incluso, la reina doña Sofía le escribió
felicitándola y animándola “para continuar su noble labor”.
¿Para
cuándo el reconocimiento de la Ciudad Autónoma de Melilla que tanto le debe? ¿No
merece esta gran bienhechora un homenaje, aunque sea a título póstumo, en forma
de estatua para que todos la recuerden y admiren su gran obra?
En
octubre de 2004 recibió merecidamente, de la digna Asociación de Estudios
Melillenses, el Escudo de Oro en reconocimiento también a la humanitaria labor
en pro de estos seres indefensos que tenían en ella su mejor paladín para
defender sus derechos: el no a la caza
por diversión, el sufrimiento en las plazas de toros, la tala indiscriminada de
árboles y el abandono de cualquier Animal.
Mi
querida y admirada María Orlinda: has salvado a cientos de Animales y aún te
quedaban por salvar muchos más. ¡Qué huérfanos han quedado con tu marcha! Si
pudieran hablar seguro que te dirían: - “Linda, no te vayas nunca. No nos
abandones”.
Querida
amiga, la última vez que hablé contigo fue el día de tu santo, quince de
agosto, para desearte la salud que ya no tenías y pedirte que me hicieses el
prólogo de mi último libro dedicado también a la defensa de nuestros Animales.
Sentí que te daba una alegría y tus palabras esperanzadas fueron: - “Sí, y
lo presentaremos en el Club. Un beso, Carmen”.
Ese
libro tenías que haberlo prologado tú, tenías que haber seguido entre nosotros.
Pero no pudo ser…
Recibe,
junto con las flores blancas que te envié, todo mi cariño y mi gratitud por
enseñarme a amar más aún a esos seres entrañables que tanto dan a cambio de tan
poco. Cuida de ellos desde el cielo.
Carismática
Lideras
un ideal
Existe
siempre
Y
seguirás existiendo en la memoria y el cariño de quienes supieron comprender tu
gran obra.
Carmen Carrasco, Valencia, 22 agosto 2012