Me inundó el querido
olor de tu estancia.
Ungida, me llevó por
rincones y escaleras
recorrí varias veces
la vereda,
con la leña entre mis
brazos.
Para ti, y para mí. Que
nos consumíamos…
Olí el libro, y al instante
llegó la noche con sus
formas y caprichos.
Invocamos a las
fuerzas de la vida
y quemamos alcohol con
los amigos.
Deseamos a la lluvia y
allí estuvo.
El horno, ¿recuerdas?.
Nos sirvió de cobertizo.
En tu estancia y en silencio me he empapado
de música, de rosas,
de olores, de fuego, de mimo.
En tu estancia me he
empapado y hoy tirito de frío.
Chus Feteira