Canto a la concordia


Cuanto nos cuesta aceptar
que vivimos el engaño
de un existir pasajero,
fugaz, relativo y vano.

Somos retina del cielo,
abrid los ojos, hermanos,
y observemos las estrellas
que brillan allá en alto,
hermoseando la noche
con sus celestes encantos,
cómo semejan ser todas
las nacidas de un mismo astro.

Cómo las aves pregonan
su libertad por los campos,
y con sus alados trinos
cómo un unísono canto,
cómo la dorada espiga
se hace ya pan de antemano
en esperanza del pobre
que vive de su trabajo,
cómo se sacia el hambriento
con este humilde bocado,
Cómo la fértil semilla
se extiende de lado a lado
mezcla de esfuerzo y sudor
que sabe a digno honrado.

Cómo florece la flor
entre matojos y cardos,
poco a poco, palmo a palmo,
cómo fecunda la vida
en un redondo embarazo.

Misterio de los misterios,
milagros de los milagros,
observemos con el alma
que entre milagro y milagro,
sólo existe un gran misterio
que és el Supremo Milagro.

Cuanto nos cuesta aceptar
que a veces nos comportamos
como aquel que levantará
el puño contra su hermano,
y cómplices y silencio
en silencio nos quedamos.

Pero el Universo grita
cuando nosotros nos callamos
y un eco sigue a otro eco
vagando por le espacio,
como una voz infinita,
boca de un Abel clamado,
cosmo que clama a otro cosmo,
estallido de relámpagos.

¡Todo el Universo grita
cuando nosotros callamos!

Cuánto nos cuesta aceptar
que todos somos hermanos,
hijos de un único Padre,
bueno, justo, eterno y santo.

Cuanto nos cuesta aceptar
que todos somos hermanos,
musulmanes y judíos
hindúes, budistas, cristianos,
creyentes o no creyentes,
seamos lo que seamos,
lo que de verdad importa
es que seamos hermanos.

Humanos de corazón,
y nos tendamos la mano,
y respetemos los credos
y vivamos procurando
forjar un mundo de Shalom (paz)
donde todos nos sintamos
criaturas de un mismo D-os
bueno, justo, eterno y santo.

Fortu Bitán