desubicando al decoroso invierno.
Lo llevó sin indulgencia al averno.
¡Desató su vileza despiadada!
Mi alma, no logró sentirse aliviada.
Cualquier dolor le parecía eterno.
La horrenda soledad era su infierno.
Le impedía soñar en la alborada.
Infrangibles miedos me acompañaron
en la espera maligna y retadora.
Mas un día...¡me auxilió la esperanza!
Tus caricias, a mi vida llegaron,
destronando a la pena abrumadora.
Hoy nuestro reino se llama Templanza.
destronando a la pena abrumadora.
Hoy nuestro reino se llama Templanza.
Ramón Álvarez
Rincón de la Victoria (Málaga)
24-6- 2007