Emilio Sánchez |
Yo,
señor, tratando de cumplir el encargo que me ha hecho sobre componer un breve
relato de mi vida, he de decir en primer lugar que, como mucha gente
conoce, nací cuando aún era un tierno
infante.
Tan pobre y desvalido vine al mundo, que lo hice desnudo, hambriento e
impedido de valerme por mí mismo. Mi madre, mujer de ciertos posibles y altas
convicciones religiosas, nada más comprobar mi estado, exclamó: “Pobre
criatura, no es cristiano dejarlo que perezca; habrá que arrimarlo a una buena
teta”.
Mi
padre, que regresaba de sus corrías por el mundo, muy oportunamente recordó a
una joven viuda, buena moza, que tenía dos, ¡y bien gordas! “¡Que venga!”, concedió mi progenitora. Y Luciana vino y, sacándose la
izquierda, me la acercó -no sé yo si este hecho marcó para siempre mi tendencia
política, pues, a decir verdad, aunque no tengo placer alguno en ello, me
siento de izquierdas, al menos duermo para dicho lado, aunque siempre me he
preguntado:¿Será por la mamandurria?-. Pero volviendo al meollo de mi relato,
en cuanto vi aquel recio pezón rezumante cerca de mi boca me agarré a él con
verdadero entusiasmo.
-
¡Voraz apetito trae! - exclamó mi madre asombrada.
-
Igualito, igualito a su padre - aclaró Luciana.
Mi
madre se rebulló inquieta y prefirió marchar a sus obras pías. Mi padre, en
cambio, se acercó y, creo que con un poco de envidia, me estuvo observando
succionar pues, tras pellizcar aquel
exuberante seno, masculló: “condenado mamón”. Tras lo cual también se dio el
piro.
Su
ausencia -de ambos- no me alteró, au contraire,
en cuando agoté el izquierdo reclamé entusiasmado el derecho -aclaro que
en esto de mamar, yo, como muchos que conozco, el ser de izquierdas de toda la
vida no es óbice, obstáculo o impedimento
para pasar a convencido de la derecha, o viceversa, según fuere el caso
y sople el viento. Mas, cosa rara entre los tránsfugas, quizá por un individualismo casi atávico,
nunca tuve tripas para someterme a la disciplina de los profesionales del
mamoneo politico-sindical y rechacé entrar en sus mamandurrias; soy alérgico a
chupar sus...“gaitas” y, en eso, antes de llegar a la buena teta, hay de
mamarse muchas.
Dos
años de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, Luciana hizo de mi un muchachito
medianamente viable, hasta que, un aciago día, mi madre hasta la coronilla ya
de su presencia, muy enfadada, exclamó:
-
¡Ya está bien, no quiero putas en mi casa!
Mi
padre dio un respingo sobresaltado y, por prudencia, creo, fue haciéndose el
distraído hasta abandonar la sala no sin antes enviar un disimulado guiñó a la
interfecta. Yo, con harto dolor, tuve
que verla abandonar la casa con su pequeño atillo y una mueca de rabia y
frustración; me había tomado voluntad y yo a ella. Lágrimas me costó su
partida, mas, mal que bien, tuve que adaptar mi vida a la nueva situación y, no
sin ciertas dificultades, fui saliendo adelante. Mas pasaron los años sin que
pudiera olvidar aquellos cálidos y generosos pechos que fueron el alimento y
reposo de mi niñez, pero, ya se sabe, en la condición humana está el olvidar y
el rellenar con otros amores los huecos que van horadando el corazón, y en
cuanto tuve edad comencé a corretear a las muchachas hasta que, una de ellas,
más zalamera, me sacó de la soltería.
Entonces
vinieron los tiempos de la responsabilidad, de ser cabeza de familia, de tener
de buscar el sustento y la felicidad de los que iban llegando. Creo que cumplí;
saqué mi prole adelante, les di estudios y me aman, de eso me han dado
cumplidas muestras. No ha mucho la pertinaz parca me ha visitado insistente,
pero con su ayuda y la de la ciencia hemos logrado rechazarla. ¡De momento! Les
estoy muy agradecido.
Y,
ya entrado en el jubileo permanente, me queda la ilusión de vencer mis actuales
limitaciones y, a través de otros caminos, alcanzar nuevas metas. La creación
literaria es mi actividad, la historia mi fuente de inspiración, la novela
histórica el objetivo. Y en eso estamos.
Emilio Sánchez. Noviembre de 2012