Poema de Teresa Arjona Calvo
con el frío enroscado en hueso y carne,
donde el trigo, inclinado por el viento,
amapolas besaba color sangre.
El trigal es el mar de mi Castilla,
sus olas son de nieve y pluma de ave,
que en verano descienden silenciosas
refrescando los ríos de mi valle.
Ahora vivo entre altos rascacielos
de cemento y acero, y de cristales,
y en fachadas no hay armas ni blasones
pregonando hidalguías familiares.
Las cigüeñas hoy son gaviotas blancas
en espadañas anunciando bares…
Tuve paz y sonido de campanas
y aquí el ruido, furioso, entra a raudales.
De dura piedra, puente ajedrezado
soy, sobre estas dos aguas tan dispares:
al oeste un dorado mar, y al este
azul mediterráneo con sales.
En aquel yo nací y en este vivo,
naufragando feliz
entre ambos mares.