Recuerdos

Hasbia Mohamed
Relato de Hasbia Mohamed, autora valenciana miembro de la Unión Nacional de Escritores de España
Recuerdo el chaflán donde se ubicaba una casa muy grande, durante todo el día el sol iluminaba sus blancas paredes de cal. Todas las tardes después de la siesta, las vecinas abrían sus puertas de par en par, saliendo a la calle con una silla y la cesta de costuras.

Un día, mientras mi madre cocinaba...
-Mamá, por favor cómprame una aguja de hacer ganchillo y un ovillo de lana
-¿Para qué? eres muy chiquitita y estás en edad de jugar, ¡anda...vete a jugar     con tus amiguitas!
-No, mamá no quiero jugar por favor, por favor, dime que sí...y mañana te      lavo los platos, dime que sí por favor...
-Y si no te compro lo que me pides, ¿lavarás los platos?
-¡Ozú! mamá ¿qué tengo que hacer para convencerte?
-Pórtate bien y haz lo que te dije...
Refunfuñando, espero a las cinco de la tarde, busco un espacio donde sentarme entre las ancianas con una silla de enea entre mis manos, ellas hablaban del ajuar y sus hijas. Mientras las escuchaba, veía los pasos que daban en sus labores, después de un buen rato de bla, bla, bla...silencio absoluto; unas bordaban, otras tejían ganchillo, otras hacían bolillos y yo comienzo a contar un cuento.
Esto era una vez, unos novios que se querían mucho, muchísimo, se veían muy poco porque él vivía muy, muy lejos. Dicen que es muy guapo y tiene mucho dinerito. Ella le enviaba todos los días una carta, una por cada día del año que empezaba así:
Querido Adrian.
En primer lugar, te escribo esta carta para decirte lo mucho que te quiero, que te echo de menos. Ya tengo casi completado el ajuar, me falta bordar el mantel, pues quiero bordar en las servilletas nuestro nombre y el de nuestros hijos, cuando juntos nos sentemos a comer la comida que me está enseñando a cocinar mamá.
Ayer fui a confesarme, tengo pensamiento impuros, que no me dejan dormir, por la otra noche juntos paseando. Mamá no lo sabe, tampoco se lo quiero contar. Pienso en ti, en nuestra noche de boda, dormidos juntos y acariciándonos todo el cuerpo, tu el mío, yo el tuyo...¡por Dios, perdóname! no puedo seguir, me ruboriza contártelo y mañana tendré que confesarme otra vez.
¡Te quiero amor mío, me muero por ti. Espero con desespero tus cartas, que me hacen tan feliz. Recuerdos de mamá y de mi recibe un fuerte abrazo.
Fdo. Natalia.
Una de las ancianas, dándome una palmada en la boca, me coge del brazo y me lleva a los pies de mi madre.
-¡Fátima!
-Dígame usted...
-Le di una palmada en la boca a su hija, porque mientras estábamos centradas en las labores, tu hija comenzó a contarnos un cuento que hablaba de una pareja, ¡que te cuente, que te cuente!
-¡Gracias! Sra. María, muy bien hecho.
-¡Vamos niña! vamos a la casa que te voy yo a enseñar cuentos...
-Mamá, no me riñas es verdad, pero la Sra. María ya me riñó, tu también no, mama dos veces por la misma cosa no por favor mamaíta
-¡Anda! vete a lavar los platos y los quiero bien limpios.
Como la cabeza cabizbaja, me subí a mi silla, mi madre puso platos limpios en el fregadero y yo me dispuse a lavarlos sin mediar palabras, mientras mis hermanas se reían de mí,
-Ja, ja, la pequeñaja lavando platos limpios por tonta,
-Tú, te callas sino me chivo a mamá
-Ja, ja, ¡chivata! si le cuentas algo de mí a mamá, le digo al demonio que te quite todas las cajitas de colores,
-Pues no te rías de mí y me da igual que el demonio se lleve las cajitas de colores, pintaré más, la Sra. Rosario me las guarda todas para mí
-Ja, ja y te las quitará igual
-Mamaaa, mira mi hermana se está riendo de mí, dile algo...
Mi madre centrada en su escuela de corte y confección, continúa dando las clases a sus alumnas, recuerdo que les explicaba que eran los bodoques y los matizados y al no atenderme ni podía interrumpir, terminé el castigo y volví al lugar.
-¡Hola Sra. María!, ¿puedo seguir contando el cuento? le prometo que no contaré cosas verdes,
-Si no cuentas cosas verdes si, ¿pero tu madre sabe que estás aquí?
-No! está en las clases de costura y si la interrumpo, me reñirá
-Bueno, cuéntanos...
-Pues verá usted, ésta pareja se querían mucho, y cuando pasaron muchos años se casaron por la iglesia, sus papás organizaron una gran fiesta; cuando terminó la fiesta, los novios se fueron en una carroza arrastrada por dos caballos blancos, detrás de ella colgaban latas de conservas vacías para que hicieran mucho ruido y todos se enterarán que había una boda en el pueblo. Los caballos trotaban y los novios se reían mucho, se miraban a los ojos y se reían más. Cuando pasaban cerca del río, una serpiente truncó el viaje, uno de los caballos se desplomó y la novia salió despedida por el aire cayendo al río, el río era muy profundo. El fue corriendo a salvarla, pero...no la veía, había cañas, piedras y plantas que lo impedían y el río revuelto la arrastró.
Entonces él llorando, con las manos en su cabeza, se sentó sobre una de las fina piedra, donde las lavanderas lavaban las ropas y gritaba:
-Ven, ven a por mí, ¡cobarde!
-Ven, ven a por mí, no te la lleves a ella, es mi esposa y ella me quiere a mí. Así continuó durante años, un día, otro y otro.
-Un día, una niña se acercó a él y miedosa, tocó su hombro y él levanto la cabeza sin entender nada, miró a la niña, vio en ella el mismo reflejo del espejo de su esposa y en su locura pregunto:
-¿Quiere eres? ¿Qué quieres? ¿Eres hija del monstruo?
-No, señor, no soy hija del monstruo. Papá, soy tu hija y mamá me dio esta carta para ti.
Atónito, no pudo creer lo que oía de la dulce voz de aquella niña.
-No, no puede ser, el monstruo del río se la llevó...
-Sí papá, pero la dejó a bastantes kilómetros de aquí, mamá lloraba todas las noches, abrazada a tu foto pensó que a ti, también se te llevó. Yo la veía, la almohada siempre estaban mojadas de sus saladas lagrimas y yo lloraba cuando ella dormía.
-¿Dónde, dónde está? quiero verla, abrazar mi amor, repetir la noche de locura que su encanto me envolvió.
-Papá, mamá ya no está entre nosotros, se fue al cielo. Papá, abrázame tengo miedo. El la miró, dudo, y rompiendo en llantos desesperados, la abrazó, mientras juntos leían la carta, que así decía:
Me sentí a la deriva, cuando no te veía.
Recuerdo, verso a verso tus ¡te quiero!
Mis dedos entre tu pelo
acariciaban tu nuca,
tus labios rozaban los míos
deseando tus caricias,
tus manos...se deslizaban
como seda y delicada mariposas,
como suaves pinceladas
recorrían mi cuello,
dejándose caer
como hoja en otoño,
de mi cuerpo, buscando su contorno,
hombros, espalda, cintura...
Aprieta fuerte... ¡más fuerte!
¡siénteme! ¿me sientes?
¡oh!,mi amor sigue...
deja que este momento
rompa el silencio,
susúrrame al oído
quiero que jadees...
sentir que sientes
tanto como yo te siento,
sigue...acaricia mis pechos
siente que te siento.
Recuerdo...
Alzándome a los cielos,
sábanas mojadas
lágrimas placenteras.
Versos a versos...
Me comías a besos,
el fiel reflejo de mi espejo
recuerdo de amor que dejo.
Una de las ancianas sacó un pañuelo blanco del bolsillo de su delantal de color medio luto y con un gran suspiró, secó su última lágrima que le quedaba en sus pupilas que tantos años inundaban sus ojos, decía:
-Calla niña, verso a verso, desde entonces, bordo todos sus recuerdos.