Poema de Juan A. Pellicer
se asoma la voz para confundirse
con el trinar de los pájaros, que en solitario
vuelo
recorren los páramos del alma
llevando sobre sus alas
el peso de tanta indiferencia.
Por este ventanal, tapiz de alegría,
forjados sobre el cielo que no se ve,
van quedando los recuerdos
evocando los azules que bañaron
aquella infancia lejana.
Sentado frente al ventanal, sin prisa,
con la calma de la despedida
dibujada entre los labios
y acariciando el tiempo con mis dedos,
siento llegar la belleza del color
que debo inventar,
dejándome abrazar del aroma que me sabe a libertad.