María del Mar Suárez Sanabria |
Microrrelato de María del Mar Suárez Sanabria, escritora navarra
miembro de la UNEE
Se definía a sí mismo
como un hombre equilibrado y poco conflictivo.
Una sombra callada
que pasaba de puntillas por la vida. Sin ver. Sin ser visto. Sin
complicaciones. Sin alegrías y sin tristezas.
Se estableció, para
no molestar, en el último piso, de la última planta, del último edificio, en el
último barrio de la ciudad.
Por no decir, no
decía ni su nombre.
Por eso calló cuando
los depravados violaban a la vecina del primero. No escuchó sus gritos
sangrantes.
‒Mejor mirar para otro lado, ella lo superará ‒pensó.
Y enmudeció cuando
los vándalos saquearon la casa del vecino del segundo. Solo abandonaron un
guacamayo azul que lo único que era capaz de repetir era: ¡¡¡Que horror!!!
‒Total ‒se dijo‒, ya poco se puede hacer, el mal está hecho.
De la misma manera,
continuó en silencio cuando los mafiosos extorsionaron a la familia del
tercero. No fuera a ser que por casualidad repararan en su anodina persona y
corriese la misma suerte.
Y por supuesto,
declaró no haber entreoído sonido alguno, cuando los asesinos dispararon a
bocajarro a la afable africana del cuarto. Ya que si no respetaba la ley del
silencio, el cuervo graznaría.
Ahora en toda aquella
construcción el hombre sin nombre vivía y moría, un hombre en tres dimensiones:
ciego, sordo y mudo. Y vivían todos aquellos malvados. Los hombres que lograron
alterar aquel barrio hasta convertirlo en el más peligroso de la ciudad.