Poema de Paco Casaña
se asomaba a la mirada
como un niño a un balcón,
de puntillas,
con sus frágiles rodillas
de mar
acariciando los jazmines.
Y que la sangre era un rubí
de fuego
raptado a los ojos del crepúsculo,
alguien se llevó mi calle
y dejó sin aire mis
rodillas
traicionándome.
Se derrumbó el balcón en
un suspiro
bajo el paso del silencio.
Y el mar desatado,
alargó sus brazos
y se llevó mis lágrimas.