Colaboración de Matteo Barbato
Adivinanza
Invisible a humanos panoramas, dueño de la pasión y soberano de las almas,
guerrero implacable y sensual impostor...
Es
apocalíptico, idílico en sus batallas, poético en sus derrotas, proviene de la
vida antigua y su futuro es el recuerdo eterno.
Camina
sin pausas y perdura más que el hombre, revive en una palabra de dos sílabas,
grande como el universo.
Sus
cárceles son aposentos dorados, su malogro es un edén perdido: después de Eva
todo hombre le busca a través del pecado.
Llega
a los hemisferios de nuestra conciencia gracias a las curvaturas de su afán,
nos arropa con su vértigo y se esfuma en el crepúsculo si soñamos con su
llegada. Su condena es un silencio que nos persigue omnipresente, su dicha es una
geometría que se mide con caricias.
Somos
suyos: su esfinge anida en el pecho y se ancla en la memoria de unos días que
ya no volverán. Somos esclavos de sus abrazos llanos y buscamos la chispa de
sus besos de pólvora: somos una muchedumbre de corazones rotos a la espera de
estallar, paseamos por los precipicios del volcán hasta que Cupido llegue a
salvarnos.
Nuestros
cuerpos ansían su felicidad y... le regalamos como ofrenda todas nuestras
sonrisas en un arcón de esperanza.
Y... no nos importa el precio de la herida avalada
con llantos, ni las promesas incumplidas remendadas con inundaciones de letras
tristes: todos ansiamos la borrasca impetuosa de sus aguas, la tierra prometida
de sus versos, el soplo ligero de su brisa, hasta que nuestros latidos expectantes
y desbocados, enloquezcan en el infierno de sus impulsos.
Somos
mendigos sedientos del manantial del amor: cuando falta la resonancia vibrante
de su estrépito, falta el fulgor de su poderío. Amor, amor todopoderoso, todo
es amor, la vida es sentimiento.
Contemplo
el eclipse de la blanca esfera de la noche, espero un alba repleta de promesas,
rezo al todopoderoso sentimiento y a su morada gitana para suplicarle el
secreto de su esencia. Pero solo creo que si hoy existiera Cupido sería un
asesino y yo le pediría morir de su mano con la promesa de bailar con su
olvido. Porque lo que nunca dice un poema es que ser valiente es enfrentarse a
la herida que volverá a derrotar mi pecho y que el amor, ese amor bendito que
preside nuestras almas es tan noble que a los vencidos les deja atesorar sus
reliquias.