Poemas de Carmen Carrasco


Quédate en casa

Sé solidario. Quédate en casa.

Retoma el libro que un día dejaste.
Cuida las flores de tu balcón.
Contempla el cielo tras los cristales.
Mira las nubes de nácar blanca.
Sé solidario. Quédate en casa.

Y si es de noche, cuenta luceros.
Canta a la vida una canción.
Mira la luna que alumbra clara.
Haz un poema que hable de amor.
Sé solidario. Quédate en casa.

Sueña despierto. Ten bellos sueños.
Pinta tus horas de azul color.
Manda una carta a quien tú amas
y envía dentro tu corazón.
Sé solidario. Quédate en casa.

En cada aurora siente que vives.
Un nuevo día nace por ti.
Aún hay futuro para la Tierra.
 Hay un mañana. Ten esperanza.
Sé solidario. Quédate en casa.

Dedicado con todo mi cariño y solidaridad al personal sanitario y, en general, a todos los que están exponiendo sus vidas trabajando por combatir este mal que se nos ha venido encima.

Y por supuesto, a todos vosotros que en vuestras casas colaboráis como buenos ciudadanos.


El campo se vistió

Blanco. Verde. Oro. Amarillo…  ¡Rojo!

El campo se vistió de blanco
cubriéndose con una nívea capa
formada por estrellitas de cristal.
Y se dispuso a esperar el crudo invierno
que con sus pasos lentos y cansados,
anciano de años y aterido de frío,
seguía caminando por la tierra
arrastrando su gélida estación.

El campo se vistió de verde
y en su túnica, alfombra de vida renacida,
brotaban silvestres florecillas de color.
Y pleno de energía en sus entrañas
aguardó con ansiedad la primavera
que, cual hada florida y bienhechora,
llegaba jubilosa sembrando de esperanza
cuanto sus pies de ninfa iba pisando.

El campo se vistió con rayos de oro
regalos del sol ardiente del estío.
Y su paisaje era un mosaico de teselas,
compendio de pasada primavera
que errante emprendió el camino a otro lugar,
y un otoño incipiente que tímido
 asomaba ya su rostro en lontananza.

El campo vistiose de amarillo
con un dorado manto a sus espaldas,
tornasol de infinitos tonos ocres.
Y melancólico, bajo los rayos póstumos
de un sol estival, cálido y suave,
esperó la llegada del otoño
que, piadoso, su cuerpo reseco aliviaría
con las primeras lluvias al caer.
Y el campo se sintió feliz con sus colores.

El campo se vistió de rojo.
Y ya no lució su blanco armiño del invierno.
Ni el cálido dorado con que en otoño se adornó.
Tampoco el verde de la hermosa primavera.
Y los mosaicos del ardiente estío
perdieron uno a uno su esplendor.
Sólo el rojo reinaba sobre aquel paisaje
que antes fuera esplendente arcoíris terrenal.

Y por obra de una mano impía,
¡¡el campo de fuego se vistió!!

“Versos a la Naturaleza”

Carmen Carrasco es Miembro de Honor de la Unión Nacional de Escritores de España.