Sé solidario. Quédate en casa.
Retoma el libro que un día dejaste.
Cuida las flores de tu balcón.
Contempla el cielo tras los cristales.
Mira las nubes de nácar blanca.
Sé solidario. Quédate en casa.
Y si es de noche, cuenta luceros.
Canta a la vida una canción.
Mira la luna que alumbra clara.
Haz un poema que hable de amor.
Sé solidario. Quédate en casa.
Sueña despierto. Ten bellos sueños.
Pinta tus horas de azul color.
Manda una carta a quien tú amas
y envía dentro tu corazón.
Sé solidario. Quédate en casa.
En cada aurora siente que vives.
Un nuevo día nace por ti.
Aún hay futuro para la Tierra.
Hay un mañana. Ten
esperanza.
Sé solidario. Quédate en casa.
Dedicado con todo mi
cariño y solidaridad al personal sanitario y, en general, a todos los que están
exponiendo sus vidas trabajando por combatir este mal que se nos ha venido
encima.
Y por supuesto, a
todos vosotros que en vuestras casas colaboráis como buenos ciudadanos.
El campo se vistió
Blanco. Verde. Oro. Amarillo… ¡Rojo!
El campo se vistió de
blanco
cubriéndose con una nívea
capa
formada por estrellitas de
cristal.
Y se dispuso a esperar el
crudo invierno
que con sus pasos lentos y
cansados,
anciano de años y aterido
de frío,
seguía caminando por la
tierra
arrastrando su gélida
estación.
El campo se vistió de
verde
y en su túnica, alfombra
de vida renacida,
brotaban silvestres
florecillas de color.
Y pleno de energía en sus
entrañas
aguardó con ansiedad la
primavera
que, cual hada florida y
bienhechora,
llegaba jubilosa sembrando
de esperanza
cuanto sus pies de ninfa
iba pisando.
El campo se vistió con
rayos de oro
regalos del sol ardiente
del estío.
Y su paisaje era un
mosaico de teselas,
compendio de pasada primavera
que errante emprendió el
camino a otro lugar,
y un otoño incipiente que
tímido
asomaba ya su rostro en lontananza.
El campo vistiose de
amarillo
con un dorado manto a sus
espaldas,
tornasol de infinitos
tonos ocres.
Y melancólico, bajo los
rayos póstumos
de un sol estival, cálido
y suave,
esperó la llegada del
otoño
que, piadoso, su cuerpo
reseco aliviaría
con las primeras lluvias
al caer.
Y el campo se sintió feliz
con sus colores.
El campo se vistió de
rojo.
Y ya no lució su blanco
armiño del invierno.
Ni el cálido dorado con
que en otoño se adornó.
Tampoco el verde de la
hermosa primavera.
Y los mosaicos del
ardiente estío
perdieron uno a uno su
esplendor.
Sólo el rojo reinaba sobre
aquel paisaje
que antes fuera
esplendente arcoíris terrenal.
Y por obra de una mano
impía,
¡¡el campo de fuego se
vistió!!
“Versos a la Naturaleza”
Carmen Carrasco es Miembro de Honor de la Unión Nacional de Escritores de España.