Soraya Manutchehri
Por un sueño imposible
(IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes)
Y las dunas precipitaron su arena
cuando retumbó en el horizonte
el grito callado de un alma
que solo pedía justicia.
Desarraigo encadenado a la impía condición de ser mujer.
Alambradas de incomprensión
enredándose en la oración sin luz
de un pozo tan bruno como su silencio.
Únicamente el pedernal de las ideas
mantiene el desaliento en el denso erial de la vida.
El cisne sucumbe y su canto enmudece
en el escenario del mundo
sin flores al final de la representación.
Un crepúsculo sin sol apaga el fulgor de un día
mecido por el viento de Alláh.
Y la tierra exuda el arrebol que perdieron las nubes
devolviéndolo al socaire de ese libro
cuyas páginas han sido devoradas por el tiempo.
(IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes)
Luchar por un sueño imposible.
Lograr esa estrella inalcanzable.
Desafiar las injusticias de los hombres
o defender el ideal a cualquier precio.
Hidalgo de rancio abolengo
remontando las sendas espinosas
de la incomprendida locura.
¿Es acaso trastorno blandir la espada
en el corazón del necio,
o tal vez en la desmedida codicia
de aquellos, que despreciando
las leyes encuentran paraísos
donde adorar al vellocino de oro?
Si Don Quijote cabalgara de nuevo,
habría de padecer el embate
de incontables molinos,
con un sol de frente, que acabaría
nublando nuevamente su razón.
Mas continuaría luchando por ese sueño quimérico
con el vigor de antaño,
a través de las estelas de la luna.
Y yo, Dulcinea, seguiría su rastro por siempre
desde la aurora hasta el ocaso de los tiempos.
desde la aurora hasta el ocaso de los tiempos.
Nunca es vana la amistad
A Emilio Vega
Nunca es vana la distancia
que separa al mundo
de la infinitud del tiempo;
ni corta el ave fénix
su planeo renacido
desde el ayer a la aurora.
No cabalga el desafuero
a lomos de la cordura
con las bridas aflojadas,
ni se enaltece el águila
por más que remonte el cielo.
Nunca es vana la amistad
que como la hiedra al muro,
se asienta entre la espesura
más allá de la distancia;
ni se quiebra con el agua
que encenaga los caminos.
El vino y la fiesta
En tiempos como éstos, en los que parece que todo está de moda, hablar del vino, no es sino una parcela más de algo que pese a formar parte de la cultura de este país, cada vez cobra un mayor auge aunque sea casi tan antiguo como la propia historia de la humanidad, si tenemos en cuenta los más de 7000 años de existencia.
Con
todo, no siempre es tomado o utilizado con la debida consideración en algunos
lugares de nuestra geografía, donde los excesos son las armas arrojadizas de un
conjunto de “seres humanos” que convierten esos medios en algo que haga
justificar sus fines.
De
cualquier modo, nada más lejos de mi intención que ponerme a moralizar sobre el
comportamiento que produce este delicioso líquido, que es en sí exquisito y que
conforma tradiciones que se pierden en la memoria del hombre.
Ya
sabemos que las culturas griega y romana fueron quienes desarrollaron una
pasión por el mismo, creando al dios Dionisio o Baco para rendirle culto; sin
olvidar a los egipcios que dejaron por primera vez una clasificación en cuanto
a la añada del vino y al propietario del mismo, casi como un etiquetado de
referencia. Conocemos igualmente que China hace cuatro mil años ya conocía el
proceso de fermentación de la uva; y como no, el indudable valor que le otorga
el cristianismo, convirtiéndolo en pieza fundamental del rito de la misa, que
lo transforma nada menos que en la sangre de Cristo.
En
la Edad Media ,
a medida que las ciudades crecían y aumentaba la riqueza de la burguesía,
comenzó a crecer la demanda de vinos selectos. El comercio de este se expande y
las grandes casas comienzan su labor de difusión pugnando tanto por la calidad
como por la cantidad, para conseguir que sus productos ornasen las mejores
mesas del reino.
Desde
Europa hasta América, de manos de enólogos y viticultores que consiguieron
implantar esta cultura, el vino fue mejorando hasta conseguir abrirse paso en
mercados internacionales, al mismo tiempo que su promoción franqueó la entrada
a un turismo ávido de cosas nuevas.
Ahora
que se acercan las fechas de la vendimia en España, Francia o Italia
–principales países que se disputan la primacía de la producción- no podemos
olvidar que nuestra tierra de Valdeorras se ha acercado en los últimos años a
Denominaciones de Origen que han llevado el nombre de sus caldos hasta los
rincones más exigentes del planeta, concediéndoles merecidas distinciones. Las
bodegas donde reposan y duermen estos mostos, ya son puntos de referencia
obligados no solo para los amigos, sino para que un turismo emergente orientado
hacia la visita de estos lugares, los tomen como una atracción imprescindible
al lado de resto de bellezas de la zona.
Todos
hemos pasado momentos agradables en estos entornos, resguardados de las
tórridas temperaturas estivales, donde los cánticos y las conversaciones
animadas, acompañadas de algunas viandas y regadas por un buen vino, daban el
tono festivo a un día cualquiera. Quien tenía una bodega donde llevar a sus
amigos, poseía un verdadero tesoro. En la actualidad son aprovechadas
principalmente para su explotación comercial, y de forma particular son pocos
los espacios que aun conservan este agrado de compartir taburete y barrica,
porque “a nadie le hace daño el vino si se toma con tino” o “bebido con los
amigos nos sabe bien cualquier vino”…
La
proliferación de ferias especializadas, son hoy herramientas importantes para
la difusión de las marcas y sus localidades de origen, y en este caso,
Valdeorras no se sustrae a tales eventos que son como una ventana abierta a un
mundo de múltiples y variadas posibilidades.
De
norte a sur y de este a oeste, España es como un mar de viñas que conforma los
diferentes paisajes de nuestra geografía, imprimiendo un especial carácter al
medio ambiente. Puede que ya no se escuche el chirriar de los carros tirados
por bueyes camino del centro de almacenaje, dejando tras de sí esa estela entre
amoratada y negra, que tardaba días en desaparecer de las calles, suculento
manjar de abejas que zumbando por doquier poblaban el camino, pero de igual modo
resulta emocionante asistir al proceso de elaboración hasta llegar al momento
de la degustación del primer trago surgido de todo ese transcurso, que como una
fiesta penetra por la garganta y se hace zumo en el paladar.
La
cultura del vino ha entrado por la puerta grande y si en celebraciones o
reuniones como estas que nos convocan cada año resulta imprescindible, de
manera cotidiana como siempre ha sido,
mirar su etiquetado antes de la prueba es ya obligatorio: un rito a la identidad. Mas,
siempre con los amigos, para poder brindar con ellos en todas las
ocasiones. Por eso…
Viva el vino y los amigos
que en comunión tan sincera
alzan sus copas al viento
entonando rianxeiras.
Viven de cara a la vida
porque la vida les lleva
por veredas y caminos,
por las diversas fronteras
por donde canta la alondra
cuando duermen las estrellas;
o porque es el ruiseñor
quien vela todas sus penas,
cuando se duerme el rebaño
mecido por las estepas.
Viva el vino y los amigos
que comparten esa mesa
llena de viandas y risas
y de música dispuesta
a templar
todas las bocas
cuando la guitarra suena.
Brindo hoy por ti, compañero,
en esta noche serena,
que está tranquila la calle
y hasta la luna se aquieta;
porque el hogar de mi casa
está vestido de fiesta
para que vengan los míos
con las luces de la tierra.
¡Viva el vino y los amigos,
vivan las almas serenas!