Poema de Carmen del Pino
he visto el titilado
del rielar de la luna;
y al poco, la luna
ya no estaba,
como si se hubiera ido
a otro sueño o lugar.
Ahora ya es tarde.
Recuerdo que siendo niña
caí en un pozo sin sueños,
a un embudo titánico,
una fisura sin brecha.
Hubo un tiempo en mi infancia
que un grito de arena
dejó marchitar a la luna nueva.
Desgarraba mi alma,
de forma absurdamente lenta,
la distancia sin aire,
la niebla espesa,
el andar caminando
caminos sin tregua;
ahora conozco
que el alma se pliega
que, a veces, tan solo se da
y en otras, se presta;
pero, nunca logran arrancar
la barrera del aura impuesta.
El cuerpo acepta los años,
a andar sin luz, se niega.
Estamos caídos,…
La nostalgia nos pesa,
el latir de la tierra,
el sonar de la copla,
la faz de la guerra
modelada en niebla.
Los sueños son vagos ensueños
que nunca se logran
unir a la boca glacial
de una efímera queja.
¿Cómo andar por los años
sin perder la camisa,
sabiendo que el alma se niega?
¿Qué consuelo lograr?
La gloria se logra
plasmada en su sombra
como galaxia soberbia,
desnuda y redonda
con su sombra a cuesta.