Manifiesto de la escritora melillense Carmen del Pino leído en la Biblioteca Pública de la Ciudad
Queremos celebrar el “Día del Libro”. Todos sabemos
que esta festividad, es el día 23 de abril.
Yo, al igual que Lorca, también os leo lo que quiero
deciros, porque de esta forma sé que voy a explicaros mejor lo que pienso.
En estos tiempos que vivimos, en el que se habla mucho
de invertir en tecnologías y en materiales digitales, creo que no debemos
olvidar que sin la lectura, ya sea en libros de papel o electrónicos, no
existiría educación, seríamos más ignorantes, estaríamos falto de perspectiva,
y nos perderíamos uno de los más bellos placeres que podemos encontrar en la vida. Con un libro
imaginarnos mundos diferentes, vivimos la vida de otras épocas pasadas, podemos
quedar absorbidos en historias que nos fascinan, etc.
Me apena que muchos jóvenes no estén preparados para
apreciar el placer de la lectura, y no
busquen cualquier momento posible para dedicarlo a leer.
Yo, me propuse inculcárselo a mis hijos, desde muy
pequeños, les he contagiado ese dulce
veneno que, seguro, les acompañará toda la vida, porque cuando se nos introduce
en vena, ya no hay antídoto posible.
Las familias tenemos un papel fundamental para que los hijos, desde muy
pequeños, adquieran estos hábitos. Para ello, se les debe contar cuentos,
regalarles tebeos, y libros adecuados a las distintas edades. Y como no, leer delante de ellos en casa, creo
que es también muy importante.
Federico García Lorca hizo un magnifico discurso para
la inauguración de la Biblioteca de Fuente Vaqueros (Granada), su pueblo natal.
En el se refleja la bondad de los
libros y la gran pasión que sentía por
ellos.
“MEDIO PAN Y UN LIBRO” lo tituló:
Es un discurso de diez páginas magníficamente escritas.
No os lo voy a leer, ya que están en internet al alcance de todos. Solo
utilizaré algunos fragmentos a modo e pinceladas, del mencionado discurso, que dice:
”Cuando alguien va al teatro, a un
concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su
agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se
encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y
no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la
melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin,
sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no
gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y
es pasión.
…¡Libros! ¡Libros! He aquí una
palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos
pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el
insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa, estaba
prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por
desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana
familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma
no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua:
pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre
del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un
cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma
insatisfecha dura toda la vida…”
¡Cuánto amor a los libros se percibe en Lorca, así como en tantos otros ilustres
personajes de nuestra Historia! Verdaderamente, es difícil no tener amor a los
libros, no sólo porque pueden ser nuestros mejores amigos, sino porque también,
nos acompañan en los distintos momentos de nuestras vidas; proporcionándonos
entretenimiento, sabiduría, provocan la inteligencia, y además es el medio más conveniente
para triunfar en el camino hacia la libertad y el entendimiento.
¡El libro,… algo tan familiar y siempre presente en
nuestras vidas! Es por este motivo, que
a veces, no valoramos el fenómeno que constituye. Un Libro puede ser nuestro compañero, pero también puede ser
un arma peligrosa, nuestro más falso amigo cuando no se asimila, un impostor de
la vida, un timador,… Como nos demuestra la insigne obra de “El Quijote”, pues,
tiene poder para manejar a su antojo nuestras conciencias. Es por eso que el
lector debe saber diferenciar.
¡“El Día Internacional del Libro!,… Todos en algún
momento nos hemos preguntado el cómo y la razón
del inicio de ciertas cosas, pues bien, en este caso, la idea original fue concebida en 1923 por el
escritor valenciano Vicente Clavel
Andrés, con el objetivo de fomentar la lectura, y
por ende, a la industria editorial. Vicente Clavel Andrés,
propuso a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona la celebración de un Día del Libro. Propuesta que fue admitida y
aprobada por el rey Alfonso XIII en
1926. Y así, el 7 de Octubre de 1926 fue el primer Día del Libro.
Poco después, en 1930, al Día del Libro se le cambia la
fecha al 23 de abril y empieza a adquirir mucha más relevancia. Este día
coincide con San Jorge, patrón
de Alemania, Aragón, Bulgaria, Cataluña, Etiopía, Georgia, Grecia, Inglaterra,
Líbano, Lituania, Países Bajos, Portugal, Eslovenia y México.
La fecha del 23 de
abril es un día simbólico para la literatura mundial, ya que, el 23 de abril de
1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare y el
Inca Garcilaso de la Vega. La fecha también coincide con el nacimiento o
la muerte de otros muchos autores prominentes de la Literatura Internacional. Por lo
que, a nivel internacional, se
sigue considerando éste, como el día
idóneo para dicha conmemoración, a pesar de las polémicas existentes sobre la
exactitud, en las fechas de defunción, de estas tres insignes figuras de la
literatura mundial. Los ya mencionados Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la
Vega.
El Día del Libro fue propuesto por la Unión Internacional de Editores
(UTE), y presentado por el gobierno español a la Organización de las Naciones
Unidas (UNESCO) para la Educación, la Ciencia y la Cultura. En la 28ª reunión
de la UNESCO,
celebrada en París entre el 25 de octubre y 16 de noviembre de 1995, se
acordó declarar “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor” el 23 de abril
de cada año. El 23 de abril de 1996
se inició ésta conmemoración en varios países más. Y en 2008 ya se habían unido a esta
celebración más de cien países. Hoy, en todo el mundo, el 23 de abril, se
rinde un homenaje mundial al libro y al escritor. En este día, además del
reconocimiento de la importancia que tienen los libros, se incita a todos, en
particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y a respetar la
irreemplazable contribución de los autores al progreso social y cultural.
Para ello todos los años, en este día, se organizan muchas y variadas actividades
literarias en toda España, en pos de la cultura y el conocimiento a través de
la lectura. Porque leer es una necesidad, no solo por el gusto o inquietudes
culturales e intelectuales; sino también,
por la necesidad de conocer y sentir el mundo en que vivimos o han vividos
nuestros antepasados. ¿O por qué no?, el
mundo en el que vivirá el Hombre del futuro.
Necesitamos saber de la vida, no sólo vivirla en primera persona. Necesitamos que nos cuenten la vida, pues, mientras leemos,
nos sentimos vivos.
No cabe duda que la nueva fecha de
celebración fue un acierto, pues
coincidía que, en Barcelona y toda
Cataluña, el 23 de abril ya era un día muy especial en el que se celebraba de
una manera muy destacada la “Diada de Sant Jordi”, patrón de la comunidad y en
la que existía la tradición de regalar en
dicha jornada una rosa a todas las mujeres.
Hay varias leyendas alrededor de la entrega de rosas por San Jordi. La más conocida es la
siguiente:
“Según cuenta la leyenda en los alrededores de Montblanc vivía un dragón
al que los aldeanos alimentaban con ovejas para mantenerle alejado. Cuando
estas se acabaron no tuvieron más remedio que empezar a sacrificar aldeanos, hasta
que un día la elegida fue la hija de un rey. Cuando ella avanzaba a su triste
destino un caballero llamado Jordi emergió entre las brumas y mató al dragón.
De su sangre salió un rosal, del cual, el caballero cortó una rosa y se la
regaló a la princesa“.
Esta tradición, perpetuada en el tiempo, al coincidir con la festividad
del Día del Libro, hizo que, las mujeres
a su vez para corresponderles, empezaran
a regalarles a ellos un libro. Y es así, que
se consolida la tradición de regalar una rosa y un libro cada veintitrés
de abril. Tradición que se ha mantenido hasta nuestros días.
¿Quién no tiene vivo en la memoria esos bonitos recuerdos de cuando fuimos
niños? En
mí, guardo vivos recuerdos, de mi
relación con los libros, cuando yo era niña:
-Que venían los Reyes Magos, me traían lápices y libros. Si tenía
anginas, me regalaban un libro; que eran
paperas pues, caían un par de ellos….
¡Muchos recuerdos!, siempre acompañados por uno o más
libros; libros de cuentos de hadas o de aventuras, más tarde de poesía, relatos
y novelas. Uno de esos imborrables recuerdos, tiene que ver con mi etapa en la
Academia Saavedra. Don Felipe, tenía la costumbre de hacernos leer a diario “El
quijote”. Lo hacíamos como trabajo de lectura. Recuerdo que en el transcurso de
aquella lectura, nos imaginábamos ser uno
de los personajes de El Quijote viviendo esas aventuras. Era algo mágico, pues
un libro bien narrado tiene el poder de trasladarnos a cualquier lugar, tiempo
o situación.
¡Los libros de texto, a los que más de una vez hubiera
deseado perder de vista!, y que, con el paso de los años, supe valorar y
agradecer que formaran parte de mi infancia. Tengo también otros vivos recuerdos:
Venia en camino mi hermana pequeña, por aquellos días leía yo un libro del Círculo
de Lectores, en el que su personaje principal se llamaba Celia. Me encantó el
libro y el nombre de la protagonista, por lo que empecé a darle la lata a mi madre hasta
conseguir que a mi hermana que, estaba a punto de nacer, le pusieran Celia.
Otro libro que me dejó huella siendo aún muy joven, tendría quizás quince años más
o menos, fue “Los Cipreses Creen en Dios” de Torcuato Luca de Tena. De este libro,
tengo aún muy fresco el recuerdo, porque me impactó!
Y así, tantas y tantas otras ocasiones que, rodeada
siempre de libros, hicieron que creciera y me desarrollara como persona.
No sería justo acabar este manifiesto sin hacer una
mención a modo de reconocimiento a alguien que ha hecho tanto por la literatura
y los libros, como no hacer un pequeño homenaje a nuestro profesor, Don José María
Antón, quien hace muy pocos días, tras
una muy larga trayectoria a favor de la cultura, se despidió, en el teatro
Kursal, como director de la Compañía de teatro “Concord”. Dejando en todos nosotros muy arraigado el
amor por los libros y el teatro.
¡Muchas gracias Profesor!
Ahora, para acabar, paso a leeros,
en modo de verso, unas pequeñas reflexiones personales; en torno a la
importancia del libro y la lectura. Donde
“El Libro” nos habla en primera
persona.
YO, EL LIBRO LEÍDO
Los libros leídos, son libros sentidos,
son libros hermanos y libros amigos.
Un libro leído se expande en un grito,
es un episodio de origen bendito.
Ya sea manuscrito o nacido en imprenta,
crece en nosotros sin mancha ni afrenta.
Dice un libro que ufano se presta:
¡Yo soy conocimiento, luz y pensamiento.
Si tú te sumerges en mis peripecias,
yo seré el estado en que tú te crezcas!
Yo te haré testigo de mundos sentidos
que, a la postre serán, cual mundos vividos
y alimentaré mil sueños inventados
que, serán mil vidas de puentes atados.
Los libros leídos, son libros sentidos,
son libros hermanos y libros amigos.