Colaboración de María Felicitas Bohígas
Tienes un hijo y mientras dependa de ti,
luchas por darle lo mejor, alimentación, salud, educación, seguridad, le vas
encaminando en la honestidad y libertad del país que tu viviste y conociste;
pero que a sus 17 años el no conoce; solo ha visto los duros esfuerzos y penas
que pasas para mantenerse y poder comer.
Sueñan con el país de tus cuentos y se
esfuerzan estudiando y esperando una solución para tanto esfuerzo y sufrimiento
que ven a diario.
Son muchos los hijos, que se saben con el
valor, energía, fuerza, esperanza y fe, de que pueden cambiar las cosas y ver
su país en libertad, por lo que reclaman sus derechos como héroes, arriesgando
sus vidas pateando el pavimento de las calles, cubiertos con la bandera del
país que aman.
Les reprimen sus derechos con balas, con
un odio alimentado por años, hacia todos los que piensan diferente y que se ha
desatado cual resorte, que se lleva por delante cuanto encuentra sin piedad,
con una violencia fría, cual máquina de matar.
Nuestras calles están inundadas con la
sangre de nuestros hijos, jóvenes héroes que luchan sin miedo, por la libertad
de su país.
Qué triste cuando el sufrimiento de
muchos, es motivado por la ambición de unos pocos.
Las balas acabaron con las vidas de
nuestros jóvenes hijos, sus proyectos, las ilusiones de ver libre el país que
en un tiempo no muy lejano, fue un paraíso y una linda Venezuela, que acogió a
cuanto emigrante salió de su país, por reclamar los mismos derechos de
libertad.
Una lágrima más cada día, de dolor, de
tristeza, impotencia, que inunda los hogares de esta tierra; pero que les da
fuerza, valor y fe, que desde el cielo, como lluvia sagrada,
regara las mentes de todos los venezolanos, para que nunca jamás,
pierdan su libertad.
Vuelen alto nuestros hijos, héroes de su
patria, que sus vidas sirvan para ver pronto la libertad.