Vuelvo a ser yo
Oigo tus pasos, te acercas, tiemblo.
Decides darme una tregua, te
alejas, sueño.
Pero… ¿Por qué te empeñas en
regresar?
¿Por qué no decido huir, vivir?
Los jirones de mi piel se
olvidaron de sentir.
Mi mirada se secó, luce inerte
entre desdibujadas
facciones. No queda nada de
mí. ¿O sí?
¡Alto! ¡No me vas a vejar más!
Ese tibio reflejo…
¿es mi sonrisa?
–Estoy de vuelta, me ha
susurrado.
Se ha liberado de tu opresión.
Las cadenas han caído, la
venda se rompió.
Mi piel se ha remendado, mi
mirada floreció.
La esperanza ha renacido, la
luz que hibernaba
en mi interior, despertó.
Ya no camino bajo tu influjo, tu
hiriente yugo,
desapareció.
Mi alma está curada. ¡Vuelvo a
ser yo!
Tras de mí se encoge el
tormento, los sollozos, el lamento.
Ahora, tan solo queda el eco de
tus palabras,
embravecidas, envenenadas.
Y las marcas en mi piel
tiznada de verde y mostaza,
la misma que días atrás fuera
ultrajada.
No habrá más gritos
desgarrados;
no más llantos ahogados.
Has sacudido mis entrañas.
Me has hecho vomitar piedad, piedad
hacia mí misma.
Mis ojos no sangrarán, no una
vez más.
Te dejo.
Hoy retomo las riendas de una
vida que robaste.
Nunca te pertenecí.
Pero, claro, quién te iba a
convencer de lo contrario.
Me acostumbraste a estar
conmigo pero sin mí;
y has fallado.
Te dejo.
Hoy me he reencontrado.