Tango

Relato de Carmen Callado

La nostalgia habita en cada transeúnte de origen ausente.

Su imagen reflejada en el espejo arañado de tiempo en las esquinas, se había vuelto a mirar cómo vestía su cuerpo de seda gastada. La piel maquillaba la derrota en mejillas arreboladas. La boca se pintaba labios carmesí. La noche besaba las figuras de neón que dibujaba la calle, mientras la lluvia mojaba los rostros de arrugas disfrazadas.

La tristeza de una melodía acariciaba el aire esparciendo olor a tierra y destino. Ella, estragada y rota, transformaba su cuerpo vencido, mientras soltaba la soledad y se habitaba de Tango.

Yo, paseante solitario, me escondía en el llanto amargo de mi acostumbrada nostalgia, para ir muriendo en cada nacimiento de olvidadas caricias, buscando enterrar la amargura a que destiné mi vida, sintiendo en mí el aroma a noches de tabaco con sabor a distancia fría. En aquel arrabal inexistente donde mi corazón hecho de ausencia, latía, moría. 


Barrio plateado por la luna,
rumores de milonga
es toda su fortuna.
Hay un fuelle que rezonga
en la cortada mistonga,
mientras que una pebeta,
linda como una flor,
espera coqueta
bajo la quieta
luz de un farol.


Volví de nuevo a soñar, bajo la luna pálida, la vida transeúnte de mar ausente. Fui, otra vez, bandoneón oliendo a pueblo y calle, que se crecía en la desnudez que me habitaba, para buscarme en la huella dejada por el roce del aire en la piel, bañada de salina añoranza, y me hacía en ti, Tango y quimera, en cada nota salpicada de oscuridad, envuelta en el abrigo cálido de los recuerdos.


Gime, bandoneón, tu tango gris,
quizá a ti te hiera igual
algún amor sentimental.
Llora mi alma de fantoche
sola y triste en esta noche,
noche negra y sin estrellas.
Si las copas traen consuelo
aquí estoy con mi desvelo
para ahogarlos de una vez...
Quiero emborrachar mi corazón
para después poder brindar.


Tacones calzados de vigor y prisa, mecidos en enlazadas piernas en el abrazo imposible de cuerpos que se abrían paso entre las miradas, lejanas, mundanas; asidos por manos aferradas a la duda. Pintaban de sueños los miedos, mientras la plaza, dominada por el destello de la ilusión, acogía los pasos silentes, escurridos, bajo un baile interminable en su encuentro contigo.

Y tú, ojos da gata, reflejos de luna.


Acaricia mi sueño
el suave murmullo
de tu suspirar.
Como ríe la vida
si tus ojos negros
me quieren mirar.
Y si es mío el amparo
de tu risa leve
que es como un cantar.
Ella aquieta mi herida
todo, todo se olvida.


La noche se había vuelto de repente día ajeno de dudas. Bajo la mortecina luz de las farolas, los rostros, que dibujaban rictus de sonrisas pospuestas, se iluminaban. Como si la vida se llenara de repente de vida; sin el peso cargado del destino que salió una mañana en busca de pan y libertad, y se encontró contigo, frente a frente, para hacerse de nuevo, Tango y Nostalgia.


Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
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Carmen Callado
La Voz de los Días