Poema inédito (del libro “Alquimia”)
Dama
luminosa,
bosque
encantado,
dioses
eternamente
jóvenes,
cabalgando,
cabalgando
las riendas
de un
blanquísimo unicornio
en la
infancia medieval
de este ensueño táctil, ciego.
Tu pálida y hermosa desnudez
levanta
remolinos otoñales
de hojas
mágicas,
árboles
vivísimos y ancianos,
musgosos
brocados,
jóvenes
eternamente
deificados,
cabalgando,
cabalgando
a la dama
prisionera
del bosque
pero dueña
del alma del mundo.
Engéndrase así el tiempo,
lento y
voraz como el fuego
vibrante,
como el viento
arrasador,
como el agua
en su
espejo, como la tierra
de la
diosa germinal.
El sexo en el bosque
es
sagrado, la dama luminosa
expande en
silencio su trueno
destructor,
tu cabeza estalla
en orgasmo
de luz omnipotente
y en
extraña cópula
feliz y
hermafrodita.
Jerarquía de dioses cabalgando
las
riendas luminosas y vibrantes
de la
juventud.
Bendita
inocencia.
Bendita
ignorancia.
Bendita
cópula sagrada
que nos une
al pueblo inmortal.
Dama luminosa eternamente
extática
en el
centro del bosque.
Su mirada
retumba el pensamiento
y el
desnudo adolescente se le ofrece
en total
abandono.
Cabalgando,
cabalgando el milagro imposible del mundo.
Poema inédito (del libro “Navegante lúcido”)
Ardido en otro mundo
“His
eyes are the eyes that transmit all they know
The truth burns so bright it can melt
winter snow
A towering shadow so black and so high
A white sun burning the earth and the sky.”
The Who.
Los
ojos de ese niño expresan la verdad.
En el
sueño te escruta un silencio crepitante:
el niño te
conduce por parajes sonámbulos.
Los sueños infantiles son verdades
sin templos.
Abre tu
corazón a lo que el niño conoce:
la verdad
quemará lo inservible de tu vida.
Este niño en el mundo impulsa la
corriente
de tu
cuerpo en el cauce, y el amor nos deslumbra.
Inservible
tu vida manará la verdad.
El niño desde el sueño señala lo
invisible.
La verdad
resplandece como torre quemada.
Camina
entre las llamas el niño hacia tu gozo.
Pero morir no puedes porque
engendras al niño
y como
padre debes redimir tu cordura.
Es un dios
quien alcanza a comprender esa cárcel.
Los amantes son hombres, palabras
esculpidas,
negación
de la ley, sexo santificado.
Quién eres
desconoces pero el niño lo observa.
Todo niño es un sol ardido en otro
mundo.
Cuando tú
fuiste niño los arcos se quebraban,
los arcos
eran sendas transitadas por árboles.
Te arrojaste desnudo a este viaje
inconcebible,
desnudo
como un hombre buscando compañero,
y los
besos del padre tu corazón desploman.
Todo padre es un niño que los dioses
florecen.
Todo niño
es un dios redimido del infierno.
Un dios es
un enigma y tú su salvación.
Te abrasa la verdad de saber que lo
incierto
es la
norma del mundo, los dioses se deshacen
como arena
en los dedos, como inmutable nube.
El mundo se disfraza de sucia
realidad.
El niño
sólo entiende lo que todos le ocultan.
La
realidad es clara e invisible a tus ojos.
¿Quién es dios sino un niño,
proyección de un reflejo,
la mentira
absoluta, la verdad tan suprema?
Las
cadenas reposan en la mente tu crimen.
Pues dios es el sangrante cordero de
los papas,
la víctima
coránica, el reo de la ley.
La diosa
es el sagrado fluir de nuestro sexo.
Los nombres inocentes reposan en los
niños,
aquellos
que describen las cosas, no sus velos.
Se esconde
en tu palabra lo que ellos atestiguan.
El más allá carece de infierno o
paraíso;
sólo hay
manos desnudas, horizontes sin tregua.
Pero el
niño libera lo que crees que no fuiste.
Y quien eres ardiendo retumba así en
la noche.
Poemas publicados
Del
libro “Personajes”
enredados
en la world wide web
en el
inmenso basural del pensamiento
somos
sujetos de consumo
objetos de
la tiranía
esclavos
del dow jones y del nasdaq
Del
libro “Arte de la danza”:
Falsos altares
Oh
Descartes nos contempla viendo amanecer
completamente
amnésicos.
Yo soy la
persona que buscas.
Yo soy la
música que tienes que bailar.
Se
reconocen así los filósofos adolescentes
en los
altares de las discotecas
entre
laberintos de cocaína,
y yo
contigo tengo que vivir,
quiero ser
feliz.
Cuál es la
belleza desnuda de la danza, lo ignoran.
Sin
embargo, giran sus noches alrededor de la pista
y eligen
sus amantes sin demasiado esfuerzo.
Ven a
vivir, ven,
las
flechas del amor,
tengo que
vivir,
quiero ser
feliz,
despierta
en mis brazos sin saber quién soy
viendo
amanecer completamente amnésicos.
Del libro “Las razones del lobo y Sofismas”
Dime cómo hacen el amor las ruinas
para no ir;
seré como
tú ordenes, seré como me mandes
y la cola
de conejo nuestro mártir.
Cuánto
goce retienen los hombres en mis brazos
cuando se
buscan, charco en que tropiezan
porque
ansían que los mate de igualdad imposible
a riña o
condición;
los
hombres creen poseerme
cuando
sobre mí se alcanzan
e ignoran
qué gruta los domina
con sólo
mirarlos de lado.
Qué
ridículos están en calzoncillos
cuando a
la luz de la vela sus carneros orales maman;
ellos me
fuerzan, ellos me obligan a postrarme,
ellos me
cabalgan de rodillas
sin saber
que los detengo,
contra mi
parachoques inmanente, su trascendencia muda,
roto su
anhelo, rota la pala y la caricia,
trozos de
estériles millones.
Sabias las
mujeres que dominan a los hombres:
ellas
nunca procrean más de sí,
no
fusionan los tabiques, no se olvidan,
hacen su
inversión lo más directa de miel
con el
secreto y la bota que los pierde;
cuando los
hombres me maltratan, se laceran ellos mismos,
cuando
buscan mi agonía, prolongan más la suya,
cuando
roen de mi amor, los lleno de cadenas.
Será como
ellos dicen, será como sociales letanías
mi falda
plisada en raso negro
y su
volcán de duda, apariencia de cariz;
será como
ellos cuentan, será como el pronombre de la Historia
su tango
prudencial de mitra rasa
y sus
dominancias invertidamente ilusas,
rectos por
temblor de curva,
masculinos
por su cadáver hembra,
castrados
con su falo redentor, por el vacío que los muerde.