Latido misterioso
Sobre este flambear verde aceituna,
las hojas acidas crecen hacia arriba,
la vida se derrama por doquier,
aquí el puente sí que aúna,
aquí la vida si se extiende,
aquí la paz entra en calma,
aquí la vida nos encuentra,
nos retorna a nosotros mismos,
y nos nace mirar hacia lo importante.
Aquí quiero que estés conmigo,
mientras la mañana nos envuelve,
y nos integra en su latido misterioso.
A Granada
Vergeles blancos en estado de perfección,
dominación de los hermosos muros,
Ciudad de los ríos que cantan bonito.
Rasgos oblicuos marcan tu cuerpo misterioso,
y entre ráfagas de constantes descubrimientos,
se engarzan las insinuaciones y promesas de paisajes eternos.
Y tu cuerpo se crea y se destruye con cada amanecer,
a cuestas con todos los retazos de la mañana,
asoman sus visillos a un mundo de calles estrechas.
Ciudad a lomos de dos culturas nacidas pare ser una.
Un aroma que me devuelve a las sensaciones perdidas.
La mañana se hizo humo de eternidad
Los instantes fecundos acogieron el desvarío
La figura difusa del hidalgo recortó el horizonte
Y los caballeros temblaron con frenesí
Gritó a los molinos como un poseso
Leyó en sus piedras un salmo antiguo
Los locos se volvieron cuerdos al escucharlo
Y danzaron con los gigantes que fueron hombres
Los rayos de la espada roma brillaron con fulgor
Sancho bailó con furia como si no hubiera un mañana
Dulcinea apareció en lontananza para alegrar la fiesta
Y las ínsulas fueron todas de ellos y al mismo tiempo
Los caballeros se agitaron en sus reposos etéreos
La generosidad vestida de hidalguía se hizo fuerte
Los débiles fueron cobijados bajo su amparo
Y el campo se vistió de esperanza y primavera.
Francisco José Motos es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.