Ana Paula Mena Galán, poemas

 

Amor eterno

Abrazo tu cálida sonrisa con mis ojos,

mientras, al verte,  las mariposas orquestan su danza.

Mis labios, presos de tu carmín,

se funden con los tuyos…

y me dejas sin aliento.

Tu perfume embriagador  me cautiva.

Mi corazón avanza, paso a paso cuando te acercas a mí.

Cada momento a tu lado es

una explosión de

sensaciones, un murmullo de estrellas. Miradas que se desatan,

juran su amor eterno,

Como dos amantes bajo la luna. 


Prisión

En el valle donde el sol no osa posar,

reposan cadenas hechas de viento,

susurrando órdenes que se clavan

como raíces de hierro en el pecho.

El yugo no tiene rostro,

solo sombra que se estira y aprieta,

una mano invisible que mide

el peso de cada latido.

Cada lágrima es río que sabe

de cárceles sin barrotes,

de muros que se alzan desde palabras

y gritos que nunca llegan al cielo.

El aire mismo parece ceder,

como si respirarlo fuera un permiso

que siempre llega tarde,

siempre con la llave en otra mano.

Y sin embargo, bajo la piedra más fría,

el corazón aprende a temblar

no de miedo, sino de memoria,

guardando la luz que ningún yugo puede apagar.


De la mano

De la mano

paseábamos por la orilla del mar.

Me hablabas de los años dorados

de tu juventud,

 de tus padres,

de tus hermanas y amigos,

de tu vida que tanto amabas.

Absorta en tus metáforas

esbozaba una sonrisa

 deleitándome con tus palabras.

De la mano me acompañabas

durante las etapas de nuestras vidas,

sin juzgarme, sin callarme.

Escuchabas lo que yo decía

con templanza, sabiduría

y atención.

Después me respondías

 con una de tus enseñanzas.

De la mano caminamos juntos hasta el final.

Me dejaste con mil y un aprendizajes,

 un valioso tesoro

que engrandece mi corazón.