Bernardo Amate, aforismos

 

RECETA GNÓMICA. Caliente flores de artemisa al baño maría, hasta que consiga escribir varias frases. Guarde la pluma y apague el fuego. Macere el caldo durante meses. Sea paciente. Cuando la esencia poético-filosófica esté lista, extiéndala sobre aquellas frases, para que una savia negra discurra por las pendientes precisas. Así germina un aforismo.






 

Las redes sociales engalanan el protagonismo de un delirio. Un delirio cualquiera. Nada que ver con un delirio ensimismado, petaloso, como Delirios de lirios.

Mediante tortura hasta un cerdo podría confesar que observa perlas al trasluz cuando no deshoja margaritas.

 

Lo estrictamente humano sobrevive a los humanos en el tiempo de los árboles.

Muerdo cada manzana como si renegara del paraíso por ver arder Troya.

Si riegas la soledad, brotará de tus entrañas la zarza de la locura.

El precariado místico —presumiendo de púrpura y laurel— regala consejos digitales sobre chakras, mano invisible y zumo de limón.

En una sola patata está escrito el aforismo que da de comer a un país.

PLAYA. En la contemplación puedes sumergirte en las turbulencias o amasar la arena bajo la sombra del taray. Verás al niño y al anciano. Serás el tiempo mismo.

En los jardines aflora un orden sintético, de zoo.

El agujero de la manzana me llevó a tu nombre.

¿Cuántos siglos fluyen por la savia del imponente castaño? ¿Cuántas personas hacen falta para rodearlo? ¿Y para equilibrar la balanza? ¿Qué río luminoso manaría del caudal que filtran sus hojas?

¿Dirás que las plantas no tienen cerebro cuando su esclavo mime tu jardín?

La locura del lirio es tan barroca que se antoja verdad revelada. Cada mañana presume de abalorios de gota fría, trinchada hasta el rocío de Bashō.

Como último desplante el romero de su cabello abandonó mi almohada.

Los tachones salpican y sugieren, como si fueran el barro de la frase adecuada: esos niños que se pintan la cara de ceniza y sangre, y asoman entre los escombros para devolvernos un ramillete de claveles.

Una muerte digna plantaría la secuoya que nos devore hacia la brisa.

La mujer es rosa. Es una rosa sorprendente. Jamás vi esta tonalidad. Me arrodillo y tiemblo. Poco más puedo decir.

Bernardo Amate es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.