Bombón

 

María Platero

¿Foto madam? ¿Foto con burro? Dos euros, madam, dos euros.

El sol me cerraba la mirada. En torno al muchacho más alto, el resto de los chicos se apretaba en silencio con los brazos extendidos y las palmas de las manos vueltas hacia arriba. No quería aquella foto.

El autobús estaba atravesado en mitad de la aldea como un tanque. Me giré con precisión mecánica y comencé la huida. No sabía cómo me había alejado tanto de mi grupo.

Me sentía familiarmente abandonada, como cuando me apunté al viaje sola.

Los chicos optaron por una maniobra de ataque envolvente y en unos metros me tenían rodeada.

Un euro, madam, un euro, familia madam, un euro, por comida, un euro madam…

El burro liberado, se alejaba tranquilo, cubierto de polvo y paja.

No conseguía verme los pies. Tenía la sensación de no necesitar ni tan siquiera estar erguida para mantenerme y me gustaba. Los chicos notaron enseguida mi indiferencia y se empeñaron aún más. Sólo conseguían alcanzarme los bolsillos del pantalón, así que después de vaciármelos de pañuelos de papel secos y de arena, se interesaron por mi mochila. Me la puse encima de la cabeza. Me sentía como un equilibrista atravesando el vacío.

Los gritos del guía para espantarlos me asustaron tanto como a ellos y también me encogí al escucharle. Sin darme cuenta me había puesto a su altura. Ahora podía mirarlos de frente. Entre todos no hacían mi edad. Ya no me empujaron más. Me abrieron un pequeño espacio y retomaron su letanía.

Un euro madam, un euro…

Una nueva voz se deslizó sobre la cantinela.

¿Bombón?

Era una niña.

¿Bombón? ¿Bombón?

Me tiraba de la camiseta y me señalaba su boca con un dedito lleno de mocos y tierra. Resbalé torpe y absurda, desarmada.

¿Señora bien? ¿Señora?

El guía se había acercado hasta nosotras y me ayudaba a levantarme del suelo, sacudiéndome el sucio de la ropa con golpes sonoros. La niña mantenía su petición esperanzada.

¿Bombón? ¿Bombón?

Niños así, señora, niños normal, sin nada, niños siempre piden, normal, niños quieren dinero.

¿Bombón?

Sonreía. Se tocaba donde tenía pelo y jugaba con él… Tenía la cabeza deforme, ondulada, la boca torcida y los ojos llenos de vida. No sé cómo me iluminé. Abrí la mochila y empecé a buscar. Creía recordar que tenía algún caramelo pero no apareció. La niña abrió aún más los ojos y empezó a dar saltitos. Me empapaba un sudor caliente y espeso.

Nada.

La miré mirándome y me ví a mí misma muchas veces.

Me incorporé cansada. Metí mis dedos en la cartera y saqué un billete de cinco euros. Se lo puse en la manita y me di a la fuga. Desde el autobús veía a la niña enferma dirigirse a otro grupo de turistas señalándose la boca. El chico más alto había recogido el billete del suelo y se lo mostraba con autoridad al resto de los chicos.

Niña loca, señora, niña no normal, pobrecita niña, niña loca, loca, loca…

El guía masticaba tabaco sobre las palabras mientras nos subíamos al autobús de nuevo.

En el sendero de ceniza y lodo por el que salimos, nos encontramos un burro viejo atravesado como una esfinge. Tuvimos que esquivarlo para seguir adelante

Cuento del libro Los días de agua