Lamento del
señor Don Gato
Se han
acabado los tiempos
en que yo,
el señor Don Gato,
descansaba
por las noches
sentadito en
mi tejado,
divisando
desde allí
el devenir
cotidiano,
las rutinas
de las gentes
que se
mueven sin descanso.
Y yo
sintiéndome libre,
siendo dueño
de mis pasos,
sin
importarme el futuro
ni sufrir
por el pasado.
Viviendo el
amanecer
del día como
un regalo,
la
fantástica aventura
de encontrar
un buen bocado,
rebuscando
en la basura
unos restos
de pescado,
y
persiguiendo a un ratón,
mi tesoro
más preciado.
Trepar,
correr, revolcarme,
sin obedecer
a un amo,
con el mundo
como reino,
y como techo
los astros.
Pero han
cambiado los tiempos,
y ahora vivo
enclaustrado
en un pisito
que mide
sesenta
metros cuadrados.
Tumbadito en
un sofá,
aburrido,
dormitando,
y para colmo
de males,
me han
esterilizado.
Ya no sé lo
que es el hambre,
ni el frío,
y me han regalado
un ratón de
silicona
que, en vez
de comer, lo abrazo.
Si me vieran
mis ancestros
comiendo
pienso de un saco,
avergonzados
dirían:
“la raza ha
degenerado”.
Aunque no me
falta nada,
la vida así
es un engaño,
es un cómodo
morir
morir sin
haber luchado,
sin
estímulos, sin riesgos,
sin haber
engatusado
a
alguna gatita blanca,
hija de gato
romano, …
Qué pena que
ya estoy viejo
y ya no espero
milagros
de la
primavera para
volver a ser
soberano.
Pero en mi
próxima vida,
—porque aún
me restan cuatro—
prometo ser
el de antaño:
todo un auténtico gato.
Quizás
Quizás no
hay que buscarle gran sentido
al hecho
intrascendente de la vida.
Tomarla como
un trago de bebida
gozando su
sabor, desinhibido.
Quizás somos
un cero dividido
a izquierdas
de una nada prometida,
un punto de
materia convertida
en verbo y
carne, células y olvido.
Cerebros
condenados a la duda,
capaces de
mirar al infinito,
mas faltos
de respuestas y de ayuda.
Quizás con
mis palabras solicito
saber que
existes tú, verdad desnuda
que se oculta de mí, que necesito.
Diego Alonso
Cánovas es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.