Juan López. Inspector de Educación
La Mancha como territorio literario, va asociada inevitablemente a D. Quijote.
El protagonista, Alonso Quijano, D. Quijote, es un símbolo de lucha contra las injusticias y defensa de ideales nobles y, desde ese punto de vista, es un paradigma educativo.
Su trascendencia educativa está, en que nos hace reflexionar sobre los grandes temas de la condición humana como la fe, la justicia, la realidad social, el amor y el libre albedrío. Y, por eso, es un material propicio para una Escuela que pretenda educar en valores.
El proyecto de la OCDE sobre “Competencias y saberes que deben adquirir los alumnos de la enseñanza obligatoria” incluye entre las ocho que propone ”la competencia cívica”, que es “la que facilita la convivencia democrática” en palabras textuales de la OCDE. Su adquisición supone, en el ámbito profesional, el desarrollo de la autoestima, la dignidad, la libertad y la responsabilidad. Y, en el ámbito relacional, la aceptación de las diferencias, la tolerancia y el respeto por los otros (sus valores, lengua y cultura).
Es una competencia básica para convivir, asociada a los derechos democráticos y comprometida con los Derechos Humanos.
La competencia cívica incluye el conocimiento y compresión de los códigos de conducta para la construcción de una sociedad cohesionada, libre, equitativa y justa.
Me decía mi abuela Cándida, hija de Romanones (Guadalajara), un pequeño pueblo de 500 habitantes, cuando yo era ya profesor de Instituto: “Ahora, Juanito, mucho saber, mucha enseñanza, pero muy poca educación”. Tal vez, se refería a esto que recomienda la OCDE y que según dicho organismo” exige aceptar y practicar normas sociales, comportamiento cívico, reclamar derechos a la vez que se cumplen los deberes ciudadanos”.
Porque el ejercicio de la ciudadanía, efectivamente, supone comportamientos responsables.
Adquirir esta competencia supone poner en práctica el respeto. Decía Fernando de los Ríos “la revolución pendiente en España es la revolución del respeto”. El Quijote nos enseña la importancia del respeto hacia los demás. Siempre trata a las personas con resto y cortesía, incluso a sus enemigos. Nos enseña la importancia de la educación. D. Quijote es un hombre culto y educado. Su amor por la lectura y la cultura nos muestra la importancia de la educación en la vida. D. Quijote nos enseña la valentía ante la adversidad. A pesar de las múltiples situaciones difíciles que enfrenta, siempre se mantiene firme en su propósito y capaz de enfrentar miedos y temores, para defender lo que cree justo.
Por todo ello, D. Quijote es una referencia para una Escuela que pretenda educar en Valores. Porque somos lo que es nuestra educación, “somos nuestra educación” decía ya Marco Aurelio. Porque Educación son conocimientos y valores, que nos permiten situarnos ante el mundo, ante la historia, ante la sociedad y ante nosotros mismos. Educación es comprender la trascendente dimensión de la persona, del ser humano, de su dignidad. Comprender que lo mejor que nos ha pasado en la vida es ser personas. Porque, por ser personas, todos merecemos la misma consideración yrespeto, independientemente del color de nuestra piel, de nuestro sexo, religión, origen social o cultural, imagen física o posición social. Por eso nuestra mayor riqueza es nuestra dignidad y también por eso no hay mayor pobreza que la indignidad.
Educación es comprender que lo mejor del ser humano “no se ve con los ojos de la cara, sino con los ojos del corazón” como nos dice El Principito de Saint-Exupéry. Educación es comprender hasta qué punto la felicidad es, sobre todo, una aventura interior, que se basa en lo que damos, mucho más que en lo que recibimos.
Educar es, pues, formar ciudadanos responsables y libres, críticos y autocríticos, capaces de pensar, de soñar, de hacerse preguntas. Como nos dice el profesor Fernando Robles, Hector Alterio, en la película de Adolfo Aristarain “Lugares comunes”: “Enseñar es mostrar, es dar información, pero, a la vez, enseñando el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información. Pónganse como meta, les dice a sus estudiantes de Pedagogía, enseñar a sus alumnos y alumnas a pensar, que duden, que se hagan preguntas. No les valoren por sus respuestas en los exámenes. Las respuestas no son la verdad. Valórenles por sus preguntas. Cumplan esta misión: despierten en ellos el dolor de la lucidez, sin límites, sin piedad”
Y añado yo, modestamente, tienen ustedes un oficio como maestros: sigan a D. Quijote, escuchen y enseñen su mensaje atemporal de valores universales, siempre pertinentes y actuales.
Juan López Martínez es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.