El pasado 15 de abril, como cada año, se celebró el Día Mundial del Arte. El motivo de la elección de dicha fecha es el nacimiento, en dicho día de 1452, en la localidad de Anchiano, del genial Leonardo da Vinci.
En esta ocasión, el protagonismo recayó sobre otro genio mucho más cercano, temporal y geográficamente, el pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso, del que se conmemora el 50 aniversario de su muerte.
Pero como muchos, o algunos, de ustedes sabrán, si he tenido la fortuna de que en alguna ocasión me hayan leído por estos u otros lares, lo mío es el Antiguo Egipto, y Picasso, a priori, podríamos pensar que me pilla un poco lejos como para escribir un artículo sobre él o su obra. Nada más lejos de la realidad, pues como ya he defendido en alguna ocasión, la cultura egipcia sigue entre nosotros, aunque no seamos conscientes de ello.
Para el ámbito que nos interesa, Picasso, entre otras muchas cosas, fue el “descubridor”, junto con Georges Braque, de una de los llamados “ismos”, o vanguardias, que recorrieron la primera mitad del siglo XX, el cubismo.
Si nos atenemos a la definición que nos daría cualquier manual de Historia del Arte, el objetivo principal del cubismo, era romper con la visión monofocal del artista que, hasta entonces, había sido incuestionable en el mundo de la pintura. Dicho de otra forma, se trataba de mostrar objetos, personas, paisajes, desde diversos puntos de vista, en un mismo plano, de tal modo que podemos contemplar en una misma imagen el frontal, la parte trasera, una visión cenital o el interior de un mismo objeto. Aquello era todo un original descubrimiento… ¿o no?
Ni siquiera hace falta imagen para que la mente de cualquiera de nosotros evoque, con relativa facilidad, la característica forma de representación humana del arte egipcio, ¿y que vemos? En principio, algo que nos choca, algo que no cuadra, algo que le hace decirnos a nuestro cerebro, “que raro”. Y efectivamente, así es, por que no es una representación real, sino en la llamada perspectiva aspectiva, a saber, en cuanto a lo que se refiere al cuerpo humano; cabeza de perfil, pero con el ojo de frente, torso de frente, aunque con el pecho de perfil y el ombligo en semiperfil y piernas de perfil. Bien, visualicen el cuadro Las Señoritas de la Calle Aviyó (mal llamado durante mucho tiempo Las Señoritas de Avignon) y váyanse a la figura que está a la izquierda del todo, vuelvan a leer la definición que les he dado…¡ahí está!. Obviamente, esta no es una representación natural, no podemos poner a nadie a posar así, salvo a riesgo de descoyuntarle la cadera, que tampoco es plan. Los cubistas buscaban experimentar, buscar nuevas formas, nuevos caminos para el arte, pero, ¿qué buscaban los egipcios representando así a sus congéneres? El artista egipcio, pese a practicar un arte netamente figurativo y naturalista, no buscaba tanto representar la realidad sino las partes importantes de la realidad. Así, pensaban que la mejor forma en que podíamos contemplar un rostro era de perfil, sin embargo, como de verdad apreciamos bien un ojo es mirándolo de frente, no hay problema: cabeza de perfil, ojo de frente.
Esto, que podría dar lugar a alguna discusión sobre si es más definitorio ver un rostro de frente o de perfil, queda completamente dilucidado en las varias representaciones de estanques que tenemos en el arte egipcio. Ahora sí, sin duda, la mejor forma de contemplar la forma y ubicación de un estanque es desde arriba, en un plano cenital. Pero si ese estanque esta habitado por peces, aves, flora…, vistos desde arriba no me dirán gran cosa. La mejor forma de percibir la anatomía, o el colorido, de un animal es de perfil, por tanto, de nuevo, el artista egipcio no tiene ningún inconveniente en mostrarnos el estanque visto desde arriba y, dentro de él, a todos sus moradores, de perfil. ¿Cómo representa Picasso la chimenea de su Fábrica de 1909?, de frente, en una perspectiva lógica, pero “gira”, la parte superior hacia nosotros para que, aunque estemos en un punto de vista bajo, podamos ver la boca de la chimenea, punto fundamental de la misma.
No creamos que esto era un secreto oculto por el gran Picasso, ni una trampa, ni algo que reprochar al pintor malagueño. Por el contrario, Picasso, se declaró en más de una ocasión admirador del arte antiguo, haciendo mención expresa al arte egipcio.
Además, podríamos rastrear la influencia de algunas características del arte egipcio en otras vanguardias; la forma de representar el movimiento mediante la repetición de planos en el futurismo, el uso de colores planos y delimitados en el fauvismo, la representación de distintos momentos temporales en una misma escena en no pocas obras expresionistas…
En definitiva, Egipto, el maravilloso y fascinante Egipto, lejos de haberse perdido para siempre en las arenas movedizas del tiempo, sigue muy presente entre nosotros. Seguiremos buscándole la pista.
Aunque sea con retraso, quiero desearles un feliz Día del Arte, y recuerden lo que dijo Picasso: “El propósito del Arte es lavar el polvo de la vida cotidiana de nuestras almas”.
Javier Sánchez Páramo está galardonado con el escudo de oro de la Unión Nacional de Escritores de España.