El entrenador del Lira F.C. y el Padre Nicolás

 

Manuel Jacobo González Outes

Después del desayuno, en el geriátrico  casi todos los internos empezaron a coger la costumbre de pasar por la sala de la tele a escuchar los monólogos  de Manuel, que iba hilvanando las historias que contabCa, como una veterana modista:     

Hoy amigos – dijo Manuel al coro de ancianos    empezaré hablándoles de Alejandro Perene que fue entrenador del “Lira futbol club”, y que tiene una filosofía para cada estado de ánimo; para cada jugada; lo más seguro es que tenga una filosofía para casi todo. Alejandro veía la vida como si de un partido de futbol se tratara, y acostumbraba a contarlo tomando una taza en la taberna

–“ …se trata de ir ganando el partido poco a poco, jugada a jugada .Lo importante es saber crear ocasiones y tener la defensa bien alineada.”

Alejandro conoció a Cristina Campoamor, a la que algunos llaman Lolita en la “Góndola”. Alejandro  va los días de cobro a contarle sus teorías:

– Uno no nace entrenador de futbol como si tal cosa,  uno se va haciendo entrenador de futbol poco a poco.

– Si claro, ya se sabe.

– No has notado que no hay tantas estatuas de entrenadores de futbol, como de militares o de presidentes, pongamos por caso.

– Yo no he notado nada, pero es que  soy bastante despistada para esas cosas. – le decía Cristina mirando en el reloj lo que faltaba para  la hora de cierre del club.

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Fidel García, el boticario, cuando conoció a la hermana Dolores, ya no tenía edad para andar con medias tintas; ella como aún no andaba con los votos no cometía pecado mortal. Era más bien un pecado enfermizo, que la iba alejando de la fidelidad a sus creencias, que le iba acallando con el gusto, esa vocecita de la conciencia que nos marca el rumbo a seguir. Fidel García, iba a buscar a la novicia  Dolores en las horas de oración, daba risa ver a la hermana cuando las campanas sonaban a recogimiento, levantando los sayos para saltar el muro del convento y dejar la combinación enganchada en los alambres que rodeaban la finca de las hermanas. Después se iban a un terreno propiedad de Fidel, donde empezaba en el prado un reconocimiento de la novicia Dolores. Entonces llegaba Dominicos con sus caballos y lo explicaba su presencia al boticario:

– Los cogí en  “Laxa da Moa”, ya se sabe que los caballos salvajes son de quien los encuentra señor boticario, y van a pacer donde quieren, esto no lo digo yo, lo dice  la ley del monte.

El farmacéutico Fidel García, intentaba convencer por las buenas a Dominicos Sambade sin resultado, y sentía que perdía el tiempo intentando dialogar con quien no quería escuchar: – A mi Dominicos, ya me da igual que me traigas los animales a pacer y que me jodas el prado,  a mí lo que me jode es que siempre aparezcas cuando estoy con Dolores en el prado.  No ves que un día me vas a coger de mala hostia y te voy a patear el culo?. –Cuando la novicia Dolores va a confesar con el padre Nicolás, la acompaña la Resignación, una criada de sus padres que es de Murcia. El padre Nicolás que conoce a Dolores desde niña, y sabe del pecado que comete la joven con el farmacéutico, intenta tranquilizarla en confesión, y aseverarla mediante la penitencia:

–¿Pero, mujer, es que no puedes resistirte?

 – Que más quisiera yo padre Nicolás. Siento mucha vergüenza y por más que rezo siempre termino dejándome vencer por la tentación.¿ Estaré endemoniada?

–¡ Que va mujer!. No hay demonio ni más Ángel que nosotros mismos, yo me hice cura por que fue la manera de poder vivir del cuento, pero no comulgo con lo que predico. No tienes de que preocuparte, no hay cielo ni infierno, somos lo que hacemos y punto .En el Viso, al padre Nicolás, ni se le quita ni se le pone razón, tampoco se le hace demasiado  caso.

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Manuel Jacobo González Outes es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.