El trípode, Borges y la prensa independiente


Ricardo González Alfonso

La prensa en  Cuba posee el encanto de la magia: de acuerdo a la posición del destinatario, con relación al prestidigitador, se participa de la ilusión o de la verdad. Sólo existe un método para interpretarla sin desatinos: saber qué es triforme y complementaria.

La integran los periodistas pro gubernamentales, los extranjeros acreditados y los proscritos o independientes.

Los primeros poseen recursos tecnológicos y acceso a los portavoces oficiales. Se autocensuran al abordar muchos temas de la realidad e ignoran el universo de la disidencia radicada en la Isla.

Los segundos cuentan con los medios de comunicación más avanzados. Reciben una información limitada de los voceros del estado, y son muy cautelosos al penetrar en el cosmos de la oposición interna, para evitar ser expulsados del país. Los antecedentes abundan.

Los terceros carecen de una tecnología adecuada y les están vedadas las fuentes gubernamentales. Mantienen contacto con los grupos disidentes de todas las tendencias y están relacionados con los ciudadanos comunes, los que en muchas ocasiones son, de hecho, sus corresponsales espontáneos.

Un observador imparcial y suspicaz se preguntaría: ¿Y cuál es la pata más importante del trípode?

El estado cubano, sistemáticamente, opta por prescindir del tercer punto de apoyo. Aún más: desarrolla campañas para desacreditar a los reporteros emancipados de su control.

Los acusa de carecer de credibilidad y de profesionalismo. De ser cazadores de visas y divisas. Y, sobre todo, de neo anexionistas. O sea: actuar como polichinelas "Made in USA". Tenaces de oficio, los policías de la palabra reiteran esas imputaciones con la perseverancia de Goebels, quien postulaba que "una mentira repetida muchas veces se convierte en una verdad".

Analicemos cada una de estas acusaciones.

En Cuba, archipiélago de paradojas, la Seguridad del Estado es la garante de la veracidad de los periodistas independientes. Por cualquier distorsión de la realidad los llevarían a la cárcel. El Código Penal vigente, en su artículo 103, inciso 2 y 3, prevé que el que divulgue noticias falsas, utilizando medios de difusión masivos será sancionado con privación de libertad hasta de 15 años. ¿Existe un tribunal ético más severo?

Algunos de los apologistas de los comunicadores vetados por el régimen justifican los posibles descuidos estilísticos de éstos. Esgrimen las circunstancias adversas en las cuales desempeñan su labor.

Algunos ejemplos:

-        Es verdad que sufren arrestos, que se les interrogan y amenazan; y que se organiza contra ellos los llamados "actos de repudio", ya sean públicos o sutiles.

-        Que la policía allana sus domicilios y les confiscan máquinas de escribir, bolígrafos y hasta hojas en blanco.

-        Que sospechan de las computadoras, esos equipos  cómplices  del siniestro internet, de modo que para transitar por las pistas de la información deben recurrir a sus amigos en el exterior, y a algunas sedes diplomáticas y solidarias.

-        También es cierto que los espían e interrumpen el servicio telefónico; y que tienen que desplazarse a pie o en bicicleta en pos de los sucesos.

No obstante, nada justifica la falta de rigor periodístico,  y cuando esto ocurriese no queda otra actitud aceptable que el perfeccionamiento técnico.

Pero tampoco se justifica que a los corresponsales libres se les encasille en un bloque homogéneo. Un análisis tan simplista carece de objetividad, una de las leyes fundamentales de la profesión.

En todas las ocupaciones hay individuos mediocres y excelentes, con una escala amplia de valores intermedios.

En estas lides de la información prohibida existen desde hombres y mujeres que no poseen otro talante que esa virtud no colegiada para encontrar la noticia, y el coraje para expresarla; hasta quien ha publicado varios libros de crónicas periodísticas y ocho de poesía, traducidos a los más importantes idiomas modernos, y una amplia experiencia internacional en el mundo de la información.

Entre los extremos se halla la mayoría.

Por otra parte es cierto que algunos periodistas no gubernamentales sienten una vocación más migratoria que reporteril. Es el reflejo de una nación otrora para inmigrantes que en sólo unas décadas tiene mas de la décima parte de su población en el extranjero.

Más de un articulista ha partido al exilio, debido al acoso policial contra ellos y sus familiares. Otros, contra los cálculos de la policía política, han viajado al exterior y han regresado para continuar las faenas de la comunicación. Mientras  en  Cuba permanecen colegas a quien las autoridades no le permiten viajar al exterior, pues tienen la convicción de que retornarán.

De todos los casos anteriores también existen antecedentes.

Don Dinero es parte de la ilusión mágica contra el tercer apoyo del trípode. Después de los gaceteros del socialismo caribeño, los reporteros hostigados en Cuba son los peores remunerados de la Tierra. ¿En cuántos país los profesionales de la verdad y del riesgo devengan salarios entre 10 y 100 dólares mensuales?

Por último, los vocingleros del gobierno de La Habana le diagnostican "yanqui—adicción" a quienes  reseñan sin inhibiciones la cotidianeidad nacional, pues, residiendo en Cuba, se valen de emisoras de la Florida para divulgar noticias y comentarios entre sus compatriotas de la Isla.

Pero, ¿acaso José Martí no tuvo que publicar Patria en territorio norteamericano porque el colonialismo español prohibía editarlo en la Mayor de Las Antillas?

El periodismo libre cubano reclama un espacio en los medios de difusión del estado: ¿Por qué no se le otorga?

Jorge Luis Borges, en su ensayo Arte de injuriar, cita una anécdota que sirve de colofón a este análisis y de reto a los adversarios de los comunicadores independientes. "A un caballero, en una discusión teológica o literaria le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó. Y dijo al ofensor: Esto, señor, es una digresión. Espero su argumento."

La Habana,  2 de diembre de 1998

Ricardo González Alfonso es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.