Microrrelato
de Elina Pereira Olmedo
Mi
abuela guardaba la llave de su viejo baúl. Grande y pesado, revestido por
dentro con un desvaído papel con florecitas. Estaba lleno de paquetes pequeños
y papeles cuidadosamente colocados. Sólo ella podía abrirlo.
A
mí solo me dejaba tocar lo que ella me entregaba, cuando, una o dos veces al
año, lo abría. Pero había mucho, mucho más dentro, que no me dejaba revolver.
Un
día mi abuela se murió. Yo rebusqué en los cajones de la cómoda de mamá, hasta
encontrar la vieja llave de hierro que abría el baúl. Saqué los paquetitos y
papeles que ya conocía. Al fondo de todo, envuelta en un rebozo de seda
bordada, estaba ella. Mi tía Isabel, que se murió al nacer.