Voy por los caminos del mundo
Voy por los caminos del mundo
Buscando compañeros de fatigas
Aquellos que sean libres de ataduras
Y me aporten amor y dulzura
Aquellos que sueñen por la noche
Y puedan realizar esos sueños, de día.
Los que estén heridos de amor
Y logren curar sus heridas.
A los que cantan en el anochecer
Y ríen en el amanecer.
A los que pintan sonrisas
En el desencanto, y en el llanto.
A los que piden limosnas de amor
Y me miren con el corazón.
A los que difunden esperanzas
Aunque vayan derramando lágrimas.
A los locos y apasionados poetas
Que siempre van encantados.
A los que siembran las fe
Entre los que no son cristianos.
Aquellos que no se doblegan
Nunca, ante los tiranos.
A los que van con su perro
Alegremente conversando.
Al que sabe darse a manos llenas
Sin esperar nada a cambio.
A los que nunca me fallaron
En los malos tragos.
Aquellos que me abren las sonrisas
Cuando ellos van apenados.
A los que me curan las heridas
Aunque ellos vayan sangrando.
Así quiero que sean mis amigos
Para tenerlos siempre en mi costado.
Los demás… son calderilla
Y no merecen estar a mi lado.
Quiero beberme el ocaso en una copa
Quiero beberme el ocaso en una copa.
Atar con un lazo a las mariposas.
Atrapar con mis manos el mar
Y al arco iris volverlo a pintar.
Ir al paso de una tortuga.
Abrir los cerrojos con una pluma.
Cambiar las torturas por ternuras.
Sellar con mil losas las amarguras.
Quiero alcanzar las nubes.
Abrasarme en el Sol
Juguetear con la Luna
Y abrazar a Dios y abrazar a Dios
Fundirme entre unos brazos
Que me aporten calor con el fuego
Del amor.
Cantar una nana a un niño
Que no nació.
Curar las espinas de la frente
De los inocentes.
Acompañar a la soledad.
Encontrar la esperanza de aquel
Que la perdió.
Zurcir las heridas de un corazón.
Amalgamar las ilusiones de aquellos
Que no creen en la existencia
Del amor.
Destrozar con mis manos las armas
Del mundo entero.
Detener las injusticias de los tiranos
Y de los verdugos.
¡Quiero parar este caos insolente!
Sembrando nuevamente la simiente
Para que germine la Paz en esta Tierra
¡Donde los cobardes!
¡Someten a los inocentes!
Que desde esta colina oculta te envío
Cierra los ojos y siente el amor que me sube
Y que te mando con mis cinco sentidos.
¡Cómo llamarle a este amor! ¡Cariño mío!
Cuando en él se conjugan el cielo y el infierno
Cuando la alegría con el dolor se aúnan
Cual un cometa que se estrella en la tierra.
Sabiendo que no es la distancia lo que nos separa
Ni puedo encontrarte en las alturas por donde voy
Subiendo agotada y me vuelvo taciturna con el macuto
Pesado a la espalda subiendo y bajando
Hasta la solitaria estepa que me acuna.
¡Cómo llamar a esta melodía tan maravillosa!
Teniendo desafinada y sin cuerdas mi guitarra.
Soy esa odalisca que espera poder bailar
Entre tus brazos, la danza de las esperanzas.
¡Qué tristeza estar aguardando un imposible!
¡Qué desasosiego vivir entre zarzales y espinas!
Que van floreciendo al compás de una lluvia
Que no calma mi sed, ni riega mis semillas.
¿Y por qué han de esconderse de este mundo?
¿Las verdades que encierran almas limpias?
A la vera de los almendros que florecen
Escoltados por palomas campesinas.
¿Y por qué pregunto al cielo que dormido?
¿Contestarme nunca quiere?
Bajo este limonero espero cada noche
Que la luna me haga un guiño placentero.
Me lamento de nuestra suerte en esta orilla
Donde el destino retoza descarado.
Sin importarle que fue de nuestras vidas
Cuando nos separó, tan largos años.
¿Y por qué no has de venir si yo te espero?
Adosando mi impaciencia al sutil eco
De una mensajera con las alas rotas
Clamando al cielo seguir tu vuelo.
Si algún día aparecieras a hurtadillas
Por mi huerto florido de azahares
Te ofrecería lo mucho, o poco que me quede
Del sufrimiento y el amor
Que te guardo.
Encarna Recio Blanco es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.