Francisca Cobo Gómez, poemas


No me quieras solo para tí

Amado, no me quieras sólo para ti.

Yo me derramo por todo aquello que toco.

Tengo vocación de diluirme

en cada cosa que  me roza, hasta impregnarla

con mi  esencia y sentirme parte de  ella.

¿Por qué me quieres sólo para ti?

¿Acaso el amor puede medirse o pesarse?

Yo te puedo saciar de él hasta los límites

que tú desees, que tú me pidas.

No podemos pisar con nuestros pies las rosas,

sólo, porque nuestros jarrones ya están repletos  de ellas.

No podemos tirar al barro los diamantes y los rubíes;

 tan sólo, porque el orfebre no llegó a tiempo

 de  engarzarlos  en la hermosa diadema,

 que  esta noche luciré en tu  fiesta.

¡No me quieras sólo para ti!,

porque jamás te faltará mi amor.

¡Mira, amado mío!:

El orfebre ha venido a disculparse por su tardanza.

Ha tomado las rosas que quedaban

y las ha trenzado entre mi pelo.

Ha tomado los diamantes y los rubíes

y ha hecho un precioso broche,

para que esta noche, en la gran fiesta;

lo luzca tu madre.


Un grupo de personas van cada mañana a los campos de té de Orduz a recoger las hojas del té. Entre ellos, a veces surge el amor. En este poema, un hombre se acerca a la mujer que ama y le declara su amor , buscando las palabras más adecuadas para que lo acepte.


Buscaré para ti instantes que te sorprendan

¡No me tengas miedo!, mujer .

 No te alejes de mí  como una  gacelilla   asustada,

 cuando escucha el rugido de los leones:

 ¡Jamás te haré daño!, sólo sentirás  la protección

 y el calor de un hombre   que te ama.

 Soy un hombre tranquilo, nunca estalló en mí pecho la ira.

 Si me aceptas , en nuestra casa reinará siempre la templanza.

Soy un hombre amable: mis palabras

  siempre tienen el sonido de las lluvias mansas de abril;

 jamás él de las lluvias de las tormentas, que arrasan los sembrados.

 Si me aceptas, levantaré para ti una casa

 para llenarla de sonrisas y juegos de niños.   

Soy un hombre sincero y bondadoso: cuando en mi pecho

 se levanta el odio, lo arranco como a las malas hierbas

 que no permite que crezca  en la llanura el trigo.

 Si me aceptas, nunca encontrarás en mi boca mentiras

 o palabras con malicia.

Buscaré para ti instantes inesperados que te sorprendan,

 llenando tus días de sueños y magia.

Tejeré la luz de la amanecida con hilos de alegría,

 para que tus días sean tranquilos y alegres.

Plantaré en tú jardín acacias blancas,

 para que su perfume  envuelva el aire que respiras.

 En la luz negra de la noche me destilaré en ti,

 como el licor dulce de cerezas, para que tu sueño sea tranquilo.

No tengas miedo de mí, mujer, nunca te alejaré de tu tierra,

 para que tu corazón no sienta la herida de la ausencia  de tus padres

 y la lejanía de tu mundo y sus paisajes.

 Mira… si me aceptas, si el nombre de tu tierra es Ordu;

 Será Ordu, el nombre de mi tierra.


Francisca Cobo Gómez es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.