Lamiendo los cielos
No era la primera vez que volaba.
Aún así, me aconsejaron facturar
el miedo en la ventanilla del fondo,
donde una chica de ojos claros
tomaba infusiones de tila
mientras leía el diario de la mañana.
Noviembre acababa de nacer
y las gotas de rocío despertaban
sonámbulas en los cristales
de la terminal.
No pude cerrar los ojos seducidos
por el oval de una ventanilla
y el epígrafe de su enunciado.
Esconderse-como cuando escondía
el chocolate tras el sofá-
no era la manera más acertada
de controlar una respiración
devorada por sus fantasmas.
Y fui tomando altura, en el aire
donde el tamaño del odio
brota del fondo del silencio,
donde las varas del avellano
nacen del vientre de la tierra
y las nubes... esos oasis
blancos de ternura acaban
por abrazar la transparente
claridad del cielo.
No era la primera vez que volaba.
Tampoco la primera vez que el aroma
del océano pateaba la pasión
por la pureza, la melena oscura
del ocaso, la tibieza del aliento
que aterido intentaba saciar su apetito
en un silencio sólido y telúrico,
como los pecados que gime el viento
y se consumen en un hálito de vida.
No importaba el destino, ni la hora
de llegada a Roma. Solo quería
seguir viendo unicornios saltar
por la mitología de las nubes, sirenas
de talle esbelto zambullirse
en el río de sus ocasos, dragones
de hielo fundirse entre la ingrávida
ficción del pensamiento.
No importaba el destino. Solo volar,
como lo hacen las ideas entre horas
sentadas en el diván del tedio.
¡Preguntad por mí!
En algún lugar de vuestro olvido
me encontraréis,
entre las historias
que enmarcan vuestros recuerdos
me encontraréis,
apostillando con ahínco
las palabras incorrectas de la vida
me encontraréis,
en vuestra onerosa acción
de sanar remordimientos
me encontraréis,
frente a vuestros miedos
vuestros odios
y vuestras fobias
habrá un lugar en mi pecho
donde siempre me encontraréis.
No es difícil buscar
un grano dorado
en un pajar humedecido de rencor,
ni laborioso sembrar amistades
ungiendo la tierra
con lágrimas bañadas en derrota,
tampoco el ave rehúsa volver a su nido
aunque las tempestades
le bañen las alas,
ni el sol, oculto
por las necedades del hombre
esquiva sin contemplaciones
la invitación de un nuevo amanecer.
Me encontraréis,
allí estaré
subido en vuestros resentimientos,
en vuestras envidias,
en vuestras vanidades
intentando siempre domar
con riendas plateadas
y espuelas forradas de intenciones
al potro desbocado que lleváis dentro.
También suelen encontrarme
alojado en el remanso cauce
del río de vuestra felicidad,
allí me encontraréis también.
¡Preguntad por mí!
Os recibiré
con una sonrisa en la cara
y una tacita de café.
Del paso del tiempo
Se
hace frío y álgido en su pesar
ese
tibio escalofrío que merodea la duda
y
hechiza las horas sigilosas
que
siento, embarrado de nostalgia,
como
yacen los recuerdos
en
la gelidez de lo sombrío.
Unto
discordia entre sollozos,
naufrago
entre lágrimas agrestes,
pervivo
bifurcando la realidad
que
me permite recrear historias
ancladas a un pasado incierto.
Del
paso del tiempo;
quiero
hablarte de la libertad
de
poder imaginar que estas letras
nacieron
para ser escuchadas,
que
estas manos,
convulsas
por la rigidez de mi obstinación
fueron
capaces de tocar
el
cielo de los aplausos,
que
estos ojos, consumidos por el llanto,
tuvieron
su fecundidad
amando
las horas pasar.
Del
paso del tiempo;
solo
quiero hablarte de los que se fueron
henchidos
de rebeldía,
con
plegarias en sus bolsillos,
ausentes
de estrofas inacabadas.
De
los que abordaron las ausencias
pintando
la luna de colores,
los
que sostuvieron la arritmia melancólica
de
un corazón inquieto.
Del
paso del tiempo;
de
la agreste comedia que representa,
del
desfile de ocres intenciones,
de
la fiesta que invita a sus miembros
a
licuar el alcohol de sus venas
y
beberlo sorbo a sorbo.
Cuando
me haya de morir,
seguro
un día cualquiera,
cuando
me llame la luz
tras
la ceguera de mis derrotas,
acomoda
tu lágrima confusa
y
enciende la llama de tu consuelo.
Inevitablemente
hablaremos
del paso del tiempo
mientras
tomamos distendidos
un
bonito sorbo de realidad.
Francisco Alcaide Zafra es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.
