Francisco Espada, poemas


Elementos

El hombre, manipulador

que se complace en cambiar el paso

al desfile ordenado de lo creado,

en trastocar el equilibrio inicial

subvirtiendo cuanto toca.

 

Tierra, alimento, sustento, lecho,

despensa y granero, silo y firmeza;

pero a fuer del maltrato evidente,

ruina que se anuncia sin oír el clamor

clarividente de trompas y clarines.

 

Agua, manantial intervenido e impuro,

arroyo pestilente y río contaminado;

mar basurero, tumba, cloaca salina,

que no salerosa.

 

Fuego, ardor de vísceras y resentimientos,

quema indiscriminada de rastrojos

y de aquello que se lleva por delante,

incredulidad y despilfarro,

incineración del sentido común,

rayo que raya, que araña el alma

que saja la médula de la cordura.

 

Aire, soplo, brisa, viento, vendaval,

gradación que arrasa, pirueta

que transporta al naufragio inverso;

cielo imposible de alcanzar, caída libre,

paz transportada, mudanza, desorden,

trashumancia forzada y batacazos.

 

Cuatro elementos:

cuatro armas en manos inapropiadas.


Para ser olvido

Al pasar, con el roce,

se despertó la albahaca

y se extendió su aroma

con la mansedumbre que se expande

el aceite derramado y lo unge todo.

En la hermosura del hibisco

que ayer era plenitud,

hoy duerme el sueño truncado

de una vida demasiado efímera,

que se renueva en la rama vecina

y se imagina el esplendor que sospecha.

En la vereda que lleva a la colina,

el esfuerzo de aquellos que me precedieron,

los sueños de gloria que a veces

se quedan en sudoroso ensayo

y las sorpresas que ofrece

cada uno de los recodos del camino.

En la memoria del mayor

que dormita en breves cabezadas,

algunas lagunas que la hacen frágil

y una historia más que se evade

por algún lugar insospechado para ser olvido.


Elementos

El hombre, manipulador

que se complace en cambiar el paso

al desfile ordenado de lo creado,

en trastocar el equilibrio inicial

subvirtiendo cuanto toca.

 

Tierra, alimento, sustento, lecho,

despensa y granero, silo y firmeza;

pero a fuer del maltrato evidente,

ruina que se anuncia sin oír el clamor

clarividente de trompas y clarines.

 

Agua, manantial intervenido e impuro,

arroyo pestilente y río contaminado;

mar basurero, tumba, cloaca salina,

que no salerosa.

 

Fuego, ardor de vísceras y resentimientos,

quema indiscriminada de rastrojos

y de aquello que se lleva por delante,

incredulidad y despilfarro,

incineración del sentido común,

rayo que raya, que araña el alma

que saja la médula de la cordura.

 

Aire, soplo, brisa, viento, vendaval,

gradación que arrasa, pirueta

que transporta al naufragio inverso;

cielo imposible de alcanzar, caída libre,

paz transportada, mudanza, desorden,

trashumancia forzada y batacazos.

 

Cuatro elementos:

cuatro armas en manos inapropiadas.


Cuando

Cuando tú y yo éramos

dos radicales libres sin reactivos

y vueltos de espalda.

Cuando ni en sueños

la fantasía tejía mimbres

sobre los que encaramarnos.

Cuando la tarde era

un monótono pasar página

y la mañana un bostezo renovado.

Cuando en tu mirada anidaba

una anodina esperanza

que me pasaba desapercibida.

Cuando hoy cierro los ojos

y veo con claridad

el camino que me trajo

a este hoy que compartimos…

 

Cuando el destino

se hace el encontradizo,

huelgan las cavilaciones.

 

Compromiso y solidaridad

Hay muchas cosas cotidianas que se palpan,

pero que no existen en las enciclopedias…

el día es una colmatación de instantes agolpados

que se apelmazan como celdas de un panal

y entretejen el dulzor y los sinsabores con la música

de este caminar vacilante, siempre en marcha;

a veces con deseos vehementes de abandonar

y apearse en camino, cuando el hastío

es cansancio y es vereda vacilante hacia el precipicio.

 

Y así las semanas, los meses y el resto de sumandos

que se encaraman en la copa del árbol de la vida

y sueñan en cosecha abundante y compartida,

en verdad, sencillez, compromiso y solidaridad.

 

Francisco Espada Villarrubia es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.