Francisco Espada, poemas


Azahar helado

Tenías aromática sonrisa de azahar

y una mirada de terciopelo

que se selló de forma imperecedera

en el pergamino soterrado de mi alma.

Un día, ya distante,

viniste con voz entrecortada,

la tristeza por toquilla

y nos contaste que un cirujano

quería hurgar en la intimidad de tu seno

con la promesa de una reconstrucción

que a todos sería imperceptible.

En la trigonometría del galeno

barajó de forma tangencial seno y coseno

y acabó en un bombardeo químico y sistémico

que terminó por despeinarte

como se avienta una parva

con viento desaforado.

Seguías siendo bella

y la juventud como radical eterno de tu ser.

Con la peluca te volvió la sonrisa

y un destello de esperanza

iluminó tu cara de porcelana.

Sin mirarte, sin palparte,

echabas en falta medio globo terráqueo,

la asimetría femenina de tu estética,

y el vano estéril fue para siempre

un vacío inexplicable.

La ciencia te dio esperanzas

y en el barbecho de tu cuero cabelludo

se comenzó a vocalizar la dormida simiente

como un fértil campo de trigo.

Tenías una sonrisa de azahar,

pero la lluvia que un día mojara tu pecho

fue inundación invasiva

que se extendió por todos tus dominios

hasta dormirte

y a mí me heló el alma para siempre.

Era, y lo sigue siendo hoy, un arrebato.


Abstracción

Abstracción: las altas temperaturas,

el estío, el sopor de la inacción,

lo reiterativo de los noticiarios,

los medios tan machacones y tendenciosos,

los políticos arrimando el ascua

a propios e incondicionales,

el duermevela de la sobremesa

el sudor emulando una cascada,

una ducha inagotable y fértil…

 

Abstracción: el sextante de la siesta,

el paréntesis de una realidad en paralelo

que se salió por la tangente

y acabó indemne, totalmente abstraída.


Memoria eterna


A Pablo Chávez


Yo pensando en mí

mientras tú te dabas

hasta el último aliento,

al tiempo que entregabas

tu bonachona sonrisa

como acuse de recibo.

 

Sin gorjeos con los que empavonarte,

sin poses, ni exigencias,

siempre a la espera de dar y donarte.

Lo mismo jugando de líbero

que girando visitas a domicilio,

siempre con tu radiante tarjeta de visita

en la comisura de tus labios.

 

De tus adentros no exhalaba nada propio,

como si tu físico fuera un curtido cordobán

para hacer las delicias ajenas,

como payaso que llora con sonrisas

para ver en los otros la felicidad.

 

Has hecho mutis por el foro, Pablo,

sin tan siquiera un lamento,

empequeñecido en un sueño

que desde ya lo es eterno.

Por eso, querido y admirado amigo,

eres por siempre y para siempre

memoria eterna, rotundo ejemplo.


Elementos

El hombre, manipulador

que se complace en cambiar el paso

al desfile ordenado de lo creado,

en trastocar el equilibrio inicial

subvirtiendo cuanto toca.

 

Tierra, alimento, sustento, lecho,

despensa y granero, silo y firmeza;

pero a fuer del maltrato evidente,

ruina que se anuncia sin oír el clamor

clarividente de trompas y clarines.

 

Agua, manantial intervenido e impuro,

arroyo pestilente y río contaminado;

mar basurero, tumba, cloaca salina,

que no salerosa.

 

Fuego, ardor de vísceras y resentimientos,

quema indiscriminada de rastrojos

y de aquello que se lleva por delante,

incredulidad y despilfarro,

incineración del sentido común,

rayo que raya, que araña el alma

que saja la médula de la cordura.

 

Aire, soplo, brisa, viento, vendaval,

gradación que arrasa, pirueta

que transporta al naufragio inverso;

cielo imposible de alcanzar, caída libre,

paz transportada, mudanza, desorden,

trashumancia forzada y batacazos.

 

Cuatro elementos:

cuatro armas en manos inapropiadas.


Para ser olvido

Al pasar, con el roce,

se despertó la albahaca

y se extendió su aroma

con la mansedumbre que se expande

el aceite derramado y lo unge todo.

En la hermosura del hibisco

que ayer era plenitud,

hoy duerme el sueño truncado

de una vida demasiado efímera,

que se renueva en la rama vecina

y se imagina el esplendor que sospecha.

En la vereda que lleva a la colina,

el esfuerzo de aquellos que me precedieron,

los sueños de gloria que a veces

se quedan en sudoroso ensayo

y las sorpresas que ofrece

cada uno de los recodos del camino.

En la memoria del mayor

que dormita en breves cabezadas,

algunas lagunas que la hacen frágil

y una historia más que se evade

por algún lugar insospechado para ser olvido.


Cuando

Cuando tú y yo éramos

dos radicales libres sin reactivos

y vueltos de espalda.

Cuando ni en sueños

la fantasía tejía mimbres

sobre los que encaramarnos.

Cuando la tarde era

un monótono pasar página

y la mañana un bostezo renovado.

Cuando en tu mirada anidaba

una anodina esperanza

que me pasaba desapercibida.

Cuando hoy cierro los ojos

y veo con claridad

el camino que me trajo

a este hoy que compartimos…

 

Cuando el destino

se hace el encontradizo,

huelgan las cavilaciones.

 

Compromiso y solidaridad

Hay muchas cosas cotidianas que se palpan,

pero que no existen en las enciclopedias…

el día es una colmatación de instantes agolpados

que se apelmazan como celdas de un panal

y entretejen el dulzor y los sinsabores con la música

de este caminar vacilante, siempre en marcha;

a veces con deseos vehementes de abandonar

y apearse en camino, cuando el hastío

es cansancio y es vereda vacilante hacia el precipicio.

 

Y así las semanas, los meses y el resto de sumandos

que se encaraman en la copa del árbol de la vida

y sueñan en cosecha abundante y compartida,

en verdad, sencillez, compromiso y solidaridad.

 

Francisco Espada Villarrubia es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.