Elementos
El hombre, manipulador
que se complace en cambiar el paso
al desfile ordenado de lo creado,
en trastocar el equilibrio inicial
subvirtiendo cuanto toca.
Tierra, alimento, sustento, lecho,
despensa y granero, silo y firmeza;
pero a fuer del maltrato evidente,
ruina que se anuncia sin oír el clamor
clarividente de trompas y clarines.
Agua, manantial intervenido e impuro,
arroyo pestilente y río contaminado;
mar basurero, tumba, cloaca salina,
que no salerosa.
Fuego, ardor de vísceras y resentimientos,
quema indiscriminada de rastrojos
y de aquello que se lleva por delante,
incredulidad y despilfarro,
incineración del sentido común,
rayo que raya, que araña el alma
que saja la médula de la cordura.
Aire, soplo, brisa, viento, vendaval,
gradación que arrasa, pirueta
que transporta al naufragio inverso;
cielo imposible de alcanzar, caída libre,
paz transportada, mudanza, desorden,
trashumancia forzada y batacazos.
Cuatro elementos:
cuatro armas en manos inapropiadas.
Para ser olvido
Al pasar, con el roce,
se despertó la albahaca
y se extendió su aroma
con la mansedumbre que se
expande
el aceite derramado y lo
unge todo.
En la hermosura del
hibisco
que ayer era plenitud,
hoy duerme el sueño
truncado
de una vida demasiado
efímera,
que se renueva en la rama
vecina
y se imagina el esplendor
que sospecha.
En la vereda que lleva a
la colina,
el esfuerzo de aquellos
que me precedieron,
los sueños de gloria que a
veces
se quedan en sudoroso
ensayo
y las sorpresas que ofrece
cada uno de los recodos
del camino.
En la memoria del mayor
que dormita en breves
cabezadas,
algunas lagunas que la
hacen frágil
y una historia más que se
evade
por algún lugar insospechado para ser olvido.
Elementos
El hombre, manipulador
que se complace en cambiar el paso
al desfile ordenado de lo creado,
en trastocar el equilibrio inicial
subvirtiendo cuanto toca.
Tierra, alimento, sustento, lecho,
despensa y granero, silo y firmeza;
pero a fuer del maltrato evidente,
ruina que se anuncia sin oír el clamor
clarividente de trompas y clarines.
Agua, manantial intervenido e impuro,
arroyo pestilente y río contaminado;
mar basurero, tumba, cloaca salina,
que no salerosa.
Fuego, ardor de vísceras y resentimientos,
quema indiscriminada de rastrojos
y de aquello que se lleva por delante,
incredulidad y despilfarro,
incineración del sentido común,
rayo que raya, que araña el alma
que saja la médula de la cordura.
Aire, soplo, brisa, viento, vendaval,
gradación que arrasa, pirueta
que transporta al naufragio inverso;
cielo imposible de alcanzar, caída libre,
paz transportada, mudanza, desorden,
trashumancia forzada y batacazos.
Cuatro elementos:
Cuando tú y yo éramos
dos radicales libres sin reactivos
y vueltos de espalda.
Cuando ni en sueños
la fantasía tejía mimbres
sobre los que encaramarnos.
Cuando la tarde era
un monótono pasar página
y la mañana un bostezo renovado.
Cuando en tu mirada anidaba
una anodina esperanza
que me pasaba desapercibida.
Cuando hoy cierro los ojos
y veo con claridad
el camino que me trajo
a este hoy que compartimos…
Cuando el destino
se hace el encontradizo,
huelgan las cavilaciones.
Compromiso y solidaridad
Hay muchas cosas cotidianas que se palpan,
pero que no existen en las enciclopedias…
el día es una colmatación de instantes agolpados
que se apelmazan como celdas de un panal
y entretejen el dulzor y los sinsabores con la música
de este caminar vacilante, siempre en marcha;
a veces con deseos vehementes de abandonar
y apearse en camino, cuando el hastío
es cansancio y es vereda vacilante hacia el precipicio.
Y así las semanas, los meses y el resto de sumandos
que se encaraman en la copa del árbol de la vida
y sueñan en cosecha abundante y compartida,
en verdad, sencillez, compromiso y solidaridad.
Francisco Espada Villarrubia es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.