Hermenegildo Frutos Callejas, poemas

La palabra

Del lecho de mi pecho,

emulando a un corcel que se desboca,

se envuelve con un viento de pasiones

y vuela hasta el culmen de mi empeño,

donde un rayo cargado de razones

la colma, dando sentido al ingenio.

 

Galopa hasta mi boca

y explota entre mis labios

y vuela, vuela alto…

Con la fuerza de un mar embravecido,

con las manos atadas al sentido

o a esa insania ordenada de los sabios.

 

Y se asoma a los altos pabellones

de edificios cargados de prejuicios.

Con su carga de profundo calado

se sumerge en el hondo de otros predios,

donde será reo de los juicios,

proveerá de alimento a los necios

y se hundirá en la razón del versado, dejando un caladero de emociones

y un mar de sentimientos encontrados.


Padre

Siempre que viajo y miro de reojo

me veo en tu mirada

y en el ámbar hialino de tus ojos.

Y mi retina allí queda clavada…

 

¿Dónde estarán dormidos tus enojos,

tu orgullo, tus antojos…?,

ayer causa de mi ira hoy perdida,

en las sombras de olvido que hoy recojo

y que quedó acallada

por la flor delicada,

que no se marchita ni yo deshojo.

 

En mi retina quedó tu memoria,

porque nunca te has ido,

y aún permanece sentada la historia

de una vida conmigo,

caminando juntos hasta la gloria

donde te fuiste, amigo,

pero no me invitaste, compañero,

allí no, no me llevaste contigo.

 

A ver miles de paisajes eternos,

pintar cientos de paraísos perdidos,

colorear los inviernos

con pinceles que pintaron olvidos,

y vivir los momentos

que como el humo volaron furtivos.

 

Tus recuerdos cada día más vivos

siguen aquí varados

de mi mente cautivos,

pues aquí nunca serán olvidados.

En tu lecho hablar no puedo contigo,

ni acariciar tus cabellos albeados,

ni besar tu cuerpo ajado y querido.

 

¡Cuántas palabras presas de mis labios

murieron en su orgullo!

¿Y cuántas se quedaron en los tuyos?

¡Y cuántos abrazos sin un destino

de desespero mustios,

se marchitaron en sendos caminos!

 

La vida es solo un soplo,

solo un aliento efímero y baldío,

solo el eco de un etéreo periplo,

solo un nimbo sombrío.

 

¡Pronto exhala la vida su alma al aire!

¡Que pronto salió de la tuya, padre!


Hermenegildo Frutos Callejas es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.