La memoria
es de aire;
las penas, son de agua;
las tristezas, de cemento;
las alegrías, aliento del alma.
El olvido
es lamento espiritual
empapado de ternura
que se cuela por los resquicios del recuerdo.
Recordar, es fortuna que poco dura
y riqueza destinada a la pérdida.
La ignorancia es el engaño que la comodidad
utiliza
para mentirse y oxidar los cimientos
de la fortaleza imprescindible.
Clausurar las puertas del saber
es alienación social sin futuro.
Solo el inútil comprende
que los campos puedan pisarse
y esperar cosecha sana y fértil.
La tierra no se miente: su conocimiento
puede al hombre y su demencia.
La naturaleza es sabia
y no consiente el juego sucio.
Solo el hombre mata y muere.
Lo natural, se recicla y renace siempre vivo.
El futuro, es una esfera
que se nutre del pasado,
lo reitera, retocado,
y lo replica.
Se maquilla
en los espejos que ya fueron,
y se modela para los que llegan
a las fronteras.
El futuro, bota,
y gira,
como una bola,
y es hebilla
del cinturón que lo sujeta
a la panza de la historia.
Yo tengo ojos a los
que mirar,
manos que tocar,
un torso que abrazar,
palabras que decir,
juicio para no
juzgarte,
amor de sobra para
repartir,
muchas ganas de
escucharte
y tiempo a espuertas
que dedicarnos.
Y sin enchufes,
sin baterías, sin
pantallas, sin botones;
todo, solo a cambio de
tu compañía,
si deseas compartirla
conmigo.
Entre humanos.
José Manuel Cairo Antelo es delegado permanente de la UNEE de Relaciones con la Medicina.