Manuel Fuentes González
Históricamente los conceptos vejez y jubilación han estado estrechamente relacionados. Con el paso de los años, la espectacular mejora de las condiciones de vida y las prestaciones del denominado «estado de bienestar», suponen una ruptura de ese viejo concepto.
Hoy en día jubilarse no es hacerse viejo.
El tránsito desde la actividad laboral ―etapa natural de la persona adulta― a la jubilación, es un paso a otra área vital. Aun mantengo fresco el recuerdo ―comida incluida en día de celebración―, de ese cambio formal. «Bienvenido al colectivo de mayores», saludaban unos estrechando la mano al colega recién llegado. «Adiós», decían otros agitándola; algunos estirando el brazo y adelantando el pie hasta el mismo borde de esa estrecha frontera.
No hay que dejar de perseguir sueños.
La valoración global de nuestra propia existencia, basada en la comparación entre aspiraciones y logros conseguidos, debe darnos una autoevaluación de satisfacción vital. Si la contextualizamos con una buena respuesta afectiva, tendremos como resultado lo que los especialistas llaman «bienestar psicológico». No sé si la jubilación es la juventud para hacer todas las cosas que no se hicieron cuando se tenían menos años, como sostienen algunos, pero sí debe ser una actitud para abrazar los años venideros con entusiasmo. Como decía, con acierto, Gabriel García Márquez «no es cierto que la gente deje de perseguir sus sueños porque envejece, envejece porque dejan de perseguir sus sueños».
Todos tenemos “jefes”
Es un error pensar que dar “mandar” es exclusivo de los cuerpos jerarquizados; también se imparten ―se imponen―, en la empresa privada y en cualquier estructura social organizada. La característica común a todos los jubilados, de cualquier sector de procedencia, es que «ya no damos ni recibimos órdenes». A decir verdad, permítanme la confidencia, darlas no, pero sí las recibimos: de los cónyuges o parejas, de los hijos, los nietos… A veces disfrazadas de una cariñosa petición ―pero de obligado cumplimiento―, precedida de un…ahora que tienes tiempo, o algo similar.
Hartos de ver amaneceres, un alto directivo y dos de sus subordinados brindaban por mi nuevo estado, expresando también un deseo incontenido de alcanzar pronto la jubilación. De nada sirvieron las recomendaciones de calma, todo a su tiempo. El jefe, con buen humor y sin variar un ápice su postura, me espetó: «Al que madruga…, nadie le prepara el desayuno». Al jubilado tampoco; ni falta que hace, repliqué para fustigar. Te lo preparas tú, con parsimonia, eso sí; o bajas al bar y, de paso, también lees el periódico.
Manuel Fuentes González es Vocal Honorario de la Unión Nacional de Escritores de España.