Manuel
Fuentes González
A
veces el cuento parece que evoluciona con personajes cambiados. A decir verdad,
no fue una sorpresa cuando mi nieto, a sus tres años recién cumplidos, me
adjudicó el papel de hijo, asumiendo él el de papá. El juego «simbólico» ya lo
tiene muy interiorizado, a pesar de la corta edad. Un simple trípode, que
apenas sujeta el teléfono móvil o una ligera cámara fotográfica, sirvió de
instrumento lúdico y formativo. Cual avezados naturalistas e intrépidos
reporteros, nos adentramos en una imaginada selva, espesa y variada, saltando
de inmediato a los claros de la sabana africana. Fotografiamos todo tipo de
animales salvajes, pasando después al ilusorio rodaje de un precioso
documental. Nadie emitirá ese trabajo; el pequeño director no muestra interés alguno
por la parte comercial.
La
hora de la merienda nos devolvió a la realidad. Comía sentado sobre mi regazo
cuando la bisabuela ―qué suerte la de ambos― lo sorprendió con una golosina y
una pregunta ñoña, mil veces repetida a cualquier niño: «¿Qué quieres ser de
mayor? ¿Reportero?». Él negó con el dedo índice, mientras tragaba el bocado. «¿Médico,
piloto, bombero, policía?» ―disparó con rapidez la animada nonagenaria,
señalando hacia los juguetes más próximos.
La
respuesta no se hizo esperar, ni tampoco la sorpresa: «Quiero ser abuelo», dijo
sin dudar, riendo a continuación con descaro al ver la mueca dibujada en mi
rostro.
Manuel
Fuentes González es vocal honorario de la UNEE.