Añoranza
Paseamos juntos los dos al aire libre
de esta ciudad que nombran encantada
llena de moles de granito desfiguradas
por un mar ausente desde hace tanto.
Una leve brisa primaveral se levanta
y el polvo del sendero toma cuerpo
en los brillantes rayos solares matinales
y nosotros sin velas ni mar para navegarla.
Piedras, terrenos, senderos y vientos
que del mar entristecidos se acuerdan
con la nostalgia del bien perdido
imposible ya por siempre de surcar.
Por suerte siempre llevas muy al fondo
de tu alma marinera y navegante
esas diminutas conchas de tellinas
que jamás pierden el olor de nuestro mar.
Mañana cuando amanezca.
Habré de descender al rojo pozo
de la pasión, vencedora
de todos los negros miedos.
Deberé beber del verde manantial
de la esperanza, barredora
de la gris niebla de la duda.
Necesitaré sacar agua del claro pozo
de la caridad, limpiadora
de la sucia mancha de prejuicio.
Me bautizaré en la pila del celeste
licor de la ilusión, que todo
lo coloca al alcance de la mano.
Mañana cuando amanezca.
Me enamoraré, buscaré sentido
a lo que haga, disfrutaré
sin arrepentimientos
y echaré una mano en lo posible,
también en lo imposible.
Es extraño necesitar tan solo
estar vivo para ver amanecer de nuevo.
La vida, la fuente,
manantial y verso único,
desde allí se nutre el universo.
De gigantes recordados
Gigantes invencibles nos sentimos.
Fue tan solo un instante juvenil
justo al límite del duro pretil
desde el que a batallar locos nos fuimos.
Quizás fuera la música que oímos,
el combinado haciendo su labor
o el latir a la orilla del amor,
la fuente de energía que tuvimos.
Visto ya desde nuestra frágil hora
aquello resultó pequeña gloria
pues hoy solo el dolor del viejo aflora.
Recuerdos de viaje en viva noria
para quien ya ningún gigante añora
pues completó un gran trecho de su historia.
Érase una vez:
Dos niños (niña ella y niño él)
que vivieron su infancia
en tiempo y lugares alejados.
Ambos tenían algo en común:
un bello mundo que se creaban
con la fantasía de su imaginación.
Tanto les gustaba ese universo,
donde el dolor y la maldad
nunca tuvieron carnet de identidad,
que el asombro sentido al verlo
lo dejó grabado para siempre
en su alma de niños eternos.
Fueron creciendo sus cuerpos,
ya nadie les trataba como chiquillos.
Fueron sufriendo la vida, aguantando
al mundo y sus destinos, pero
siempre tuvieron en su espíritu
un mundo angélico-infantil propio.
Un buen día se encontraron, y
con pocas palabras y miradas
se reconocieron en sus paraísos.
Uno, se expresaba con dibujos,
la otra, con palabras poéticas,
y los dos, como ángeles jugaban.
Después, el hada madrina,
quien con dulzura nada humana
les guiaba y protegía, quiso
en un libro mágico, juntar pinturas
con versos de sus ángeles-niños.
Y así nació "Ángeles de papel".
Ella se llama María y él Vicente fue,
y así pintando y versando les presento,
"Ángeles de papel", un libro especial.
Poema leído por su autor en el acto de presentación del libro “Ángeles de papel”, de María Fonellosa y Vicente Enguídanos. El acto tuvo lugar en abril de 2022 en Vinaroz (Castellón).
La canción del cooperante
que no pude negarte el gusto
de acercarte por última vez
a la orilla del mar
en la casa de baños del Grao.
No querías hablar conmigo
todo lo decías a tu interior,
te despedías del mar para siempre
y tu mirada hablaba por ti.
Al final con el gesto serio
me has dicho al retirarnos
–si existieran palabras
que expliquen lo que siento,
que las digan los poetas
que aman al mar y al viento–
Y yo te dije:
Palabras están todas
el problema es ordenarlas.
Tu mirada en mi recuerdo
levanta imágenes dolorosas
como la de un padre
que casa una hija única
o un músico que sabe
que no oirá más música.
Eras un pintor despidiéndose
de su obra más lograda
que nunca hubiera querido vender.
La sal de las lágrimas mientras escribo
llega a mis labios con el recuerdo
del salado sabor eterno de nuestro mar.
Darrera mirada
Eres llavors tan gran
i estaves tan malalt
que no vaig poder negar-te el gust
d'acostar-te per última vegada
a la vora del mar
a la casa de banys del Grau.
No volies parlar amb mi
tot ho deies al teu interior,
t'acomiadaves del mar per sempre
i la teva mirada parlava per tu.
Al final amb el gest seriós
m'has dit al retirarmos
–si existeixen paraules
que expliquen el que sento,
que les diguin els poetes
que estimen el mar i al vent–
I jo et vaig dir:
Paraules estan totes
el problema és ordenar-les.
La teva mirada en el meu record
aixeca imatges doloroses
com la d'un pare
que casa una filla única
o un músic que sap
que no sentirà més música.
Eres un pintor acomiadant
la seva obra més estimada
que mai hagués volgut vendre.
La sal de les meves llàgrimes
arriba mentre escric als meus llavis
amb el record etern
del salat gust del nostre mar.