Al igual que la energía física, el canon de una cultura ni empieza de cero ni se destruye, solo se transforma. Las sensibilidades se modifican un tanto con nuevos matices y las mentalidades evolucionan. Si nos cuestionamos quiénes son nuestros clásicos, dicha pregunta siempre tiene sentido y sirve para comprobar si la tradición está viva y para descubrir si los gustos de hoy son distintos a los de ayer. Es el propósito de una encuesta que arranca de 1975 y no por casualidad. La pregunta es si la muerte del dictador tuvo efecto liberador también desde el punto de vista de la creación artística.
Recientemente un jurado formado por 41 personas expertas-críticos, periodistas y colaboradores-han elegido 10 títulos cada uno de bandas sonoras. Las conclusiones son muy claras: no hay un momento destacable en estos 50 años de consideración primordial, ni la Movida (con Radio Futura, Alaska y Dinarama) que está entre esas diez primeras ni el “indie”. Lo más significativo, en segunda conclusión, es que se perfila el hilo rojo que constituye esta tradición: las distintas mutaciones del flamenco en clave pop y rock. Entre “La leyenda del tiempo”, de Camarón y Omega pasaron casi veinte años y entre la obra maestra de Enrique Morente y Lagartija Nick y “El mal querer” transcurrieron veinte años más. Estos tres casos son ejemplos memorables de experimentaciones transgresoras y radicales del flamenco. En ellos la fusión de géneros se cruzó con la fusión de alta literatura porque dos musicaron a García Lorca y Rosalía se inspiró en un poema medieval. No menos significativo es un nombre que brilla entre los 10 primeros: volando viene Kiko Veneno. En décimo quinto lugar queda Joan Manuel Serrat quien con su trabajo “Serrat en directo” en 1984 era un clásico que desde “Tal com rojo” logró enriquecer un cancionero que dio forma a la libertad y sentimentalidad de una generación. Ese momento de plenitud resuena en su mejor directo.
Por esto la música pop de calidad se ha contemplado como una normalidad cultural y una experimentación estética desde 1975 y las mejores fusiones del rock con el flamenco y la rumba han acabado por disfrutar de la más alta valoración artística.
Después de nueve discos con la guitarra de Paco de Lucía producidos por el padre de este, Camarón reclama para su décimo disco el auxilio del productor Ricardo Pachón que puso al cantaor liderando una gran banda. El monumental cambio de paradigma se resolvió gracias a la inteligencia musical de Camarón y a una producción de sonidos nuevos y vibrantes con un compás arrebatador que sigue atrapando más de 45 años después. El disco, recibido con indiferencia e incluso rechazo, es hoy objeto de culto generando mucha literatura y hasta un documental “Tiempo de leyenda” de 2009, que narra la peripecia de su grabación.
Al principio solo se escucharon voces críticas. “La Leyenda del tiempo” (1979) un disco disruptivo que abrió las puertas del flamenco a los sonidos eléctricos se convirtió nada más salir en un disco maldito. El paso del tiempo y la leyenda que acompaña a Camarón lo sitúan medio siglo después como el álbum más importante del pop español. Aplaudido por tres generaciones ha sobrevivido a los cambios estructurales de la industria. Universal lo reedita cada aniversario en todos los formatos físicos en paralelo al mercado digital.
Camarón ya era un príncipe para el pueblo gitano en 1979 pero los músicos que le acompañaron eran casi unos desconocidos. Todos desarrollaron con éxito su carrera en solitario: Raimundo Amador, Tomatito y Diego Carrasco, pero fue Ricardo Pachón quien emergió como el productor visionario que lo hizo posible. Camarón, finalizado su contrato con Philips, quería cambiar de estilo: salir del marco de voz, palmas y guitarra. Y el productor lo vio claro. Seducido por la voz de Joe Beck y Sabicas que llegaban de Estados Unidos encontró la ocasión para arropar la voz de Camarón con guitarra eléctrica, bajo, batería y teclados. Ya algo antes de 1979, justo en 1975 se escuchaba Nuevo día de Lole y Manuel y el disco de Veneno de 1977 que se convirtieron en un éxito sin precedentes. El nuevo flamenco avanzaba despacito y a compás, pero los artistas escuchaban también a Janis Joplin y Jimmy Hendrix. España estaba saliendo de un enorme agujero negro, había nuevas perspectivas de libertad y de dignidad, tiempos renovadores que requerían nuevos sonidos.
Camarón y Pachón acordaron que la siguiente cita sería en Sevilla, donde vivía el productor. La ciudad celebraba su movimiento hippie con grupos como Triana y Alameda dándole vida al rock andaluz. Y a través de los soldados de las bases americanas de Rota y Morón llegó la música de Bob Dylan y Pink Floyd. Franco llevaba enterrado unos años, se había aprobado la Constitución y legalizado los partidos políticos.
Philips igualó la oferta de la competencia y firmaron cuatro nuevos trabajos. Se alojaron en la residencia de la pareja del momento, Lole y Manuel, pero a la mañana siguiente la confusión fue total “Nos volvemos para San Fernando” balbuceó Camarón. Una pelea entre Lole y Chispa (la mujer de Camarón) dinamitó el proyecto. Así hubo que buscar una salida de emergencia. Pachón guardaba algunas letras de Lorca a las que había puesto música. Le tocó a Camarón “La nana del caballo grande”, “La leyenda del tiempo” a ritmo de bulería, un arreglo de la Tarara” en tiempo de taranto y escuchó la rumba “Volando voy” que habían grabado en una bodega de Umbrete con Veneno quien ya despuntaba como compositor.
Rememora Kiko Veneno que quería hacer un puente, coser el roto que Franco y la guerra habían puesto entre los españoles, reanudar lo que habían empezado a construir. Algo después Camarón conoció a los hermanos Amador, Raimundo, guitarrista y Rafael al cante, en “Los Gitanillos” y se hicieron amigos.
A Paco de Lucía le ofrecieron formar parte, pero este declinó por respeto a su padre, quien había sido el productor de Camarón hasta ese momento. Lo sustituyó Tomatito que viniendo de Almería quedó flipado ante aquella colección de pelos largos y porros, pero no tardó en integrarse. Fueron a Madrid y ya hilvanaban los temas, con los gastos pagados y una autonomía grande, como unas vacaciones pagadas. Camarón, enjuto, sonriente y hasta guapo disfrutó como el resto. Su voz refleja como nadie la desolación del pueblo gitano. Camarón vivió su inmersión en el rock como algo natural. A las palmas Diego Carrasco, El Tacita a la batería, Pepe Ébano a la percusión y la flauta de Jorge Pardo. Gitanos y gachés en armonía. Todos aportaban. Eran jóvenes casi desconocidos, que se alimentaban prácticamente de bocadillos, querían hacer música y lo demás carecía de importancia. En un mes La leyenda del tiempo quedó lista.
La leyenda del tiempo se estrenó en otoño. A la escucha en la discográfica acudieron hasta las limpiadoras. Alguien dijo como si fuera un vaticinio “Esto es una mierda o una genialidad”. La presentación posterior en una bodega de Jerez apenas tuvo éxito. La opinión de la crítica también fue negativa y las ventas tampoco acompañaron nada. La gira prevista con el grupo Dolores se suspendió. En una entrevista a Camarón en TVE, al ser preguntado por el rechazo del álbum, con la humildad que le caracterizaba aseguró “Pues pienso que no lo han escuchado bastante”.
Camarón recuperó el formato de palmas y guitarra y siguió como cabeza de cartel de los festivales flamencos. Los tres discos siguientes: (Calle Real, Viviré y Como el agua) los grabó con Paco de Lucía y la producción de Pachón, pero ya no había frontera entre los géneros musicales. Pardo, Carlos Benavent y Rubén Dantas ponían sus toques jazzísticos.
Con el tiempo el disco fue elevado a los altares. Los versos de la Leyenda del tiempo abren y llenan conciertos de ortodoxos y heterodoxos y la rumba Volando voy entra en el siglo XXI como un himno para tres generaciones.
Las nuevas generaciones se siguen moviendo entre tradición y renovación, pero celebran la influencia de La leyenda del tiempo como algo totalmente positivo. El joven Israel Fernández ESTRELLA FLAMENCA INVITADA ESTE AÑO POR EL XLV FESTIVAL INTERNACIONAL DE CANTE FLAMENCO “LO FERRO 2025”, heredero de su particular acento como cantaor, no se cansa de escuchar “Los Tangos de la sultana”. Hay un antes y un después de ese disco, en su momento la gente no estaba preparada pero ahora es un clásico.
El flamenco casa con cualquier música, no había fronteras, desgarre puro. Pero parece que los genios no están preparados para vivir mucho tiempo en este mundo. Falleció en 1992, pero la leyenda de Camarón sigue flotando sobre el tiempo.
Juan Miguel Roca. Escritor. Delegado de la Unión de Escritores de España para el Flamenco. Secretario de la Peña Melón de Oro, organizadora del Festival Flamenco de Lo Ferro.