La filigrana simbolista en la poesía de Rafael Vilches Proenza

Prólogo de Manuel Neto dos Santos para el libro De la isla-cárcel a la flor de la libertad

Que traducir nunca sea traicionar. Cuando ante la obra de un gran poeta decidimos seguir adelante con su traducción, es conveniente que despertemos en nosotros al niño que vio el mundo por primera vez. Me preguntarán por qué elegí estos y no otros poemas para dar cuerpo a una antología digna representante, y retrato, de su enorme alma poética.... Les responderé que fueron aquellos con los que me "identifiqué" en esta etapa de mi existencia.

Más que una "disertación", os ofrezco pistas para la lectura y os llevaré, trenzando versos en este tejido, a través de sus poemas ahora traducidos al portugués, al espacio insular, proclamando el encadenamiento de la tierra aletargada. Utilizaré sus versos, a granel, para que sea usted, lector, quien los encuentre en las estrofas de este libro como un archipiélago “los recluyo en el árbol mientras soy el infame, inmundo, el de las mismas palabras del amanecer”. Estamos ante un Poeta de una dimensión singular; el que tolera a la "bestia" y ahuyenta el dolor con el gorjeo de las gaviotas.

“Playas. Sargazos. Gaviotas. Muelles. En las olas, la mar devuelve una y otra vez mi sobrevida. Miro en la arena la perra triste, hurga con lengua diáfana, profunda, sus humedades. Los años junto al dolor retozan contra los bañistas que deambulan al límite y no parten. Juegan a levantarse justo donde las gaviotas y mi grito.

Escribo en la arena mi sangre. Nadie asiste al ritual. Se cobijan amparados del agua necesaria, sigo su vuelo desde el punto donde rompe el golpe inmenso de caracol con la palma de mi mano. Escapo paralelo a la música de mar, calculo las embestidas de la plaga sobre mí. Troto seguro tras el animal que se disuelve en el líquido y su límite. Paisaje confuso, invierno tropical, desde abajo surgen los caballos briosos y domésticos, su desenfreno sofoca a las muchachas. Cada estrella luce inmensa, olvido el juego, recorro el temblor de orilla, grillete de tierra doliendo a la mar que despide gustosa la marcha personal de los bañistas. Reparto años con este mal despacio. Tolero a la bestia a punto de morir obediente en las aguas donde no diviso los barcos, el puente para alejar el dolor y ser canto con graznido de gaviota desde la otredad”.

Una de las certezas perennes de este volumen de "poemas escogidos" es que estamos ante un Poeta que intenta rescatar su totalidad humana de forma espiritual en un verso sugerente de múltiples lecturas. En su llamativo simbolismo, recurriendo a la estratificación de los significados, los signos se nos presentan revestidos de una lírica melancólica y sin embargo "militante", portadora de figuras retóricas en la permanencia afirmativa, en un clima letárgico de exilio bajo el yugo dictatorial.

En esta antología, Vilches Proenza se describe a sí mismo teniendo en su alma una doble prisión; la geográfica y la del pensamiento, en una constante y aciaga condición... hacia la libertad, ante la servidumbre ideológica de un pueblo ajeno a él, él mismo fiel al pulso intrínseco de la sensibilidad.

“Abro al corazón la rosa mía, los hijos duermen el cansancio nuestro, las hormigas por las paredes repasan la noche. Hubiera preferido ser árbol o pez, el lenguaje para pensar en ti y hacer silencio, caer en las sabanas como hojarasca, lluvia en el amanecer sobre la hierba, ojos que miren lo que no veo.

No tengo con quién hablar.

Elogio a los amantes en su soledad acompañada. Qué hago ahora con la vida,

mientras transcurre y perdura la nostalgia y me abruma el insomnio.”

Aquí está, el cantor lírico de la ruralidad, de la familia como única perpetuación del ser y sus valores... en un telurismo notable; donde expresa el legado de "venerables antepasados; el cordón umbilical (que también puede ser una esposa), la leche de las cabras, la pipa, el mugido de las vacas, el balido de las ovejas, la masa del pan...".

Aquí está, en la entonación musical, tan característicamente simbolista, aliada a un gusto singular por la melancolía del sentimiento de amar, exultando en el dolor de las cosas más importantes de la vida y en el pesimismo humano, soñando que el día amanece en medio de la noche. Ahora y siempre, en la poesía de este autor, el yo poético tiene un contacto íntimo con la naturaleza que le rodea; agua, gaviota, casa, luz, madre, hijo, luz de luna y sangre, savia de vida, describiendo la búsqueda hacia un complemento casi espiritual de sensaciones a través del momento en que no sólo es un ser físico sino, sobre todo, trascendente.

Aquí está, cruzando el puente y alcanzando el lugar codiciado; un lugar de todos los lugares con la inocencia descalza del mar; Nieve, París, Nueva York, Amsterdam... toda una panoplia de destinos sostenidos para llegar al "Viaje redentor y onírico".

Estamos ante un Poeta que, en sus versos llenos de musicalidad, en la grandeza de su lirismo metafórico, se asume lúcido ante su conciencia trágica cuando nos dice que ya había muros antes de la palabra... la palabra, ella misma el rostro de Jano sobre la blancura de la hoja; el pasado y el futuro, ella misma prisión y liberación. Hay en este Poeta, en un sustrato sutil y discreto, una religiosidad latente aliada a la agilidad con que la lectura de sus versos fluye de manera cadenciosa, sensual, plácida y envolvente. Por ejemplo, lea el poema en el que se hace referencia a Lewis Carroll en un claro paralelismo con el vuelo de Ícaro; ascender siempre, aunque signifique la muerte. Y hay tantas cosas que podría decir sobre este Poeta ineludible. La propia isla justifica la inmensidad del mar. Al igual que la palabra será siempre la forma más perfecta de libertad.

Que la traducción nunca traicione.